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Beatificado el 9 de mayo de 2021 en Agrigento

por Salvatore Alletto

Era la mañana del 21 de septiembre de 1990. Rosario Livatino, un joven magistrado de apenas 37 años, se dirigía como todos los días al Tribunal de Agrigento donde prestaba servicios. Habiendo salido de su ciudad natal de Canicattì, con su viejo Ford Fiesta color amaranto, sin escolta, a pocos kilómetros de Agrigento fue alcanzado, embestido y baleado. Ni el primero ni el último de una larga lista de representantes estatales asesinados por su compromiso con la justicia y la legalidad.

Sin embargo, el asesinato de Rosario Livatino suscita gran asombro y consternación. Seguramente por su corta edad, pero también porque su muerte revelará el calibre moral de aquel joven que creció en una familia humilde y maduró en las filas de la Acción Católica. Lejos de los focos, enteramente dedicado a la causa de la justicia, su compromiso se basa en una fe viva y vivida. Muchos todavía lo recuerdan cuando iba por la mañana a orar a la Iglesia dedicada a San José contigua a la Corte. En la agenda de Livatino de 1978 hay casi una promesa sobre su profesión de magistrado, fechada el 18 de julio; suena a ofrenda de vida: «Hoy presté juramento: desde hoy estoy en el poder judicial. Que Dios me acompañe y me ayude a respetar el juramento y a comportarme como lo requiere la educación que me dieron mis padres." Una fe clara alimentada en la oración que se transformó en testimonio en el lugar de trabajo. Entre sus notas destaca una frase: «Cuando muramos, nadie vendrá a preguntarnos qué tan creyentes éramos, sino qué tan creíbles».

Su diario de trabajo fue encontrado en la ladera donde Rosario Livatino había intentado escapar de los asesinos de la mafia. En la primera página las tres letras "STD", acrónimo que significaba que todo lo que hacía era Sub Tutela Dei. «Un rostro como el de un niño Jesús», recuerda alguien, pero con una valentía que ciertamente fue un regalo de Dios. «Cariño, ¿qué te he hecho?». parece haber dicho a sus asesinos esa mañana que lo mataron por odio a la fe. Juan Pablo II lo definió como "mártir de la justicia e indirectamente de la fe". Así lo afirmó, profundamente afectado tras la visita a los padres ancianos de Rosario. Y fue precisamente ese encuentro el que despertó en él el anatema contra los mafiosos en el Valle de los Templos de Agrigento aquel histórico 9 de mayo de 1993. Y será otro 9 de mayo, el de 2021 o 28 años después, el que traerá Rosario Livatino a los honores de los altares como Beato. 

Para todos, el deseo del Papa Francisco, que, hablando del próximo beato, afirmó: «El buen olor de Cristo que se desprende del cuerpo mártir del joven juez se convertirá entonces en semilla de renacimiento - como ya ha ocurrido con algunos de sus asesinos e instigadores, hoy en el camino de la penitencia y de la conversión, para todos nosotros, en particular para quienes aún vivimos situaciones de violencia, guerras, atentados, persecuciones por motivos étnicos o religiosos y diversos abusos contra la dignidad humana".

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