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por Salvatore Alletto

Quedan poco más de seis meses para la apertura del Sínodo que tendrá como tema "Jóvenes, fe y discernimiento vocacional". En todas las diócesis hay mucho entusiasmo dentro de las asociaciones y movimientos y ya empiezan a llegar algunos frutos. El Papa Francisco quiso, desde el principio, la implicación de los jóvenes en los trabajos de preparación y realización de la Asamblea sinodal, por eso, alrededor de una mesa, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas junto con numerosos jóvenes intentaron abordar las cuestiones planteadas. en el Cuestionario que acompañaba al Documento Preparatorio. Habernos encontrado juntos, como ha ocurrido en muchos ámbitos locales, ya es un buen punto de partida.

¿Cuáles fueron las respuestas a las numerosas preguntas formuladas sobre la condición y la situación de los jóvenes? Intentemos enumerar algunos de ellos a la luz de un resumen publicado en una revista que sigue de cerca los trabajos del Sínodo (Notas de Pastoral Juvenil). Pues bien, del marco de las respuestas que contribuirán a formar el Instrumentum laboris (Documento que será discutido en la asamblea sinodal) emerge una gran riqueza. La tarea del cuestionario era leer la realidad de la juventud, que es "interceptada" tanto en lugares informales (deportes, fiestas, ocio, música, solidaridad) como en contextos más estructurados (parroquias, oratorios, itinerarios de movimientos y asociaciones). Allí los jóvenes lanzan su petición de ser escuchados, como suele ocurrir también en las escuelas, las universidades y en el mundo de los medios de comunicación. Nuestros jóvenes enfrentan numerosos desafíos hoy en día. Sobre todo, el de construir el propio futuro con opciones de vida estables desde el punto de vista laboral y emocional. En un contexto en el que se concede demasiado espacio a los "profetas de la fatalidad", se eleva el grito de esperanza de los jóvenes que quieren ser escuchados y acompañados hacia la plenitud de su vida. Además de esto, que es el desafío de los desafíos, hay muchas oportunidades para los niños de hoy, gracias sobre todo a las numerosas experiencias de diversa índole que pueden ayudarlos a madurar en su vida y en sus elecciones (por ejemplo, experiencias de solidaridad o de estudio en el propio país). o incluso en el extranjero). 

Pero ¿qué piden hoy los jóvenes a la Iglesia? Esta es una cuestión central a debatir antes de iniciar cualquier proyecto de pastoral juvenil y vocacional. Los jóvenes piden una Iglesia que sea madre, es decir, que se muestre cercana, acogedora y atenta a la escucha, capaz también de "hacer perder el tiempo" por ellos. Piden una Iglesia que sea cada vez más una familia, donde todos tengan la oportunidad de dialogar y discutir, y que sea capaz de ser signo de radicalidad y credibilidad en el mundo de hoy. Piden comunidades vivas, donde podamos experimentar relaciones sinceras y auténticas y donde nos reunamos para orar y vivir juntos la vida fraterna sin olvidar la atención a los más pobres. En algunas Iglesias locales, los jóvenes también están llamados a asumir roles de responsabilidad en el seno de comunidades o asociaciones y movimientos. En la mayoría de los casos, sin embargo, se trata de lugares distintos y paralelos a aquellos en los que los adultos toman decisiones. Los jóvenes son a menudo meros ejecutores y poco implicados en términos de corresponsabilidad. Además, los jóvenes de hoy quieren ser acompañados en su camino espiritual, aunque a menudo les cuesta encontrar en su camino educadores que les dediquen el tiempo adecuado. La escasez de sacerdotes y las numerosas actividades a las que deben dedicarse parecen haber debilitado la práctica de la dirección y el acompañamiento espiritual, aunque existen bellos y exitosos ejemplos de experiencias de este tipo en torno a centros de espiritualidad creados precisamente por este motivo.

Pero, entre otras, todavía hay una cuestión que merece la pena tener en cuenta y se refiere a la relación intergeneracional. Las diversas respuestas subrayan la contribución que las generaciones mayores pueden ofrecer a las generaciones más jóvenes, empezando por los abuelos, que a menudo son preferidos a los padres para dialogar y confiar. Este intercambio intergeneracional, a menudo difícil, especialmente en las familias, debe potenciarse en las comunidades eclesiales, para favorecer la armonía entre los jóvenes y los mayores, obteniendo un intercambio y un crecimiento mutuos.

Detrás de estas respuestas ciertamente hay rostros, historias y otras tantas preguntas que quizás guardan silencio, pero muchas de las preguntas expresadas son ya el comienzo para poder empezar a dar algunas respuestas e iniciar buenas prácticas en beneficio de los jóvenes. El camino aún es largo, pero quien empieza bien está a mitad del camino (¡o casi!).

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