Si el centro de la experiencia cristiana es Cristo resucitado, la Eucaristía, corazón de la presencia eterna pero ya aquí y ahora de los creyentes, el compromiso social y político, la reforma o renovación de la propia Iglesia pasó a ser secundaria. La renovación de la comunidad cristiana es consecuencia de un corazón nuevo
por Gianni Gennari
Don Divo Barsotti, sacerdote, maestro, místico, solitario, escondido, tímido y al mismo tiempo líder. Hablaba poco, pero escribía mucho, viviendo casi siempre en una ermita: amado por muchos, seguido por los sencillos y estimado por los sabios, siempre libre con todos, en la Iglesia, pero sólo para Dios, el Dios de Jesucristo, el único centro de su vida. Divo: quizás nunca un nombre haya sido negado así por su vida, 92 años, pero transcurridos casi enteramente ocultos: muchos años y aparentemente pocos hechos, muchos silencios, muchas oraciones, muchos escritos: más de 160 libros, traducidos a muchos idiomas. .
Nació en Palaia, Toscana, en 1914 y pasó casi todo su tiempo entre Florencia y Settignano, en la ermita de San Sergio creada para él y su familia, donde había fundado la Comunidad de los Hijos de Dios, y donde murió el 15 de febrero de 2006. Don Divo reflexionaba, oraba, meditaba, callaba y escribía, y sus libros eran como una fuente de la que bebían innumerables multitudes de estudiantes, discípulos, seguidores, aún sin frecuentarlo, aún sin verlo y sin hacer de él una connotación pública. Vivió en la Iglesia católica, abiertamente, pero se podría decir no principalmente por ella en su dimensión visible y terrena: todo se volvió hacia Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Don Divo. Su Misa fue una experiencia fuerte para los presentes y duró horas... Maestro: su palabra tranquila, sencilla y sobria profundizó los pasajes de la Escritura, abriendo siempre nuevos caminos. Teólogo: capaz de traducir los objetos de la fe en palabras y juicios humanos comprensibles para todos, sin caer en las modas y, sobre todo, cuidadoso de no vender nunca la verdad divina en pos de opiniones generalizadas. No le interesaba el éxito ni la fama: muy pocas entrevistas, durante décadas ninguna. Casi nunca visto en televisión, salvo circunstancias públicas y solemnes, y con otras personas. Místico, en el sentido de quien se deja invadir tan profundamente por el Espíritu del Padre y del Hijo que, para quien se acerca a él, se convierte en un encuentro con la realidad misma de la Presencia, del Verbo, del Amor universal. ... Al parecer quizás gruñón, porque rehuía el ruido y la publicidad, pero un libro abierto para quienes se acercaran a él para leer algo que venía de arriba, de Dios en Cristo y en el Espíritu. Meditó y escribió sobre todo sobre la Biblia, libro a libro, capítulo a capítulo, con reflexiones que fueron y son destellos de luz que nos empujan a leer más, a orar, a escuchar y a vivir. ha estado en continuas relaciones con los más grandes teólogos, correspondidos y estimados, y también con hombres en la cima de la institución de la Iglesia, hasta los Papas, y su camino de pensamiento y de doctrina se encuentra entre los que realmente han anticipado por décadas algunos de los las grandes innovaciones del Concilio Vaticano II, y al mismo tiempo la que indicó con franca y tenaz claridad los itinerarios posibles que, en lugar de traducir la fe de todos los tiempos, la traicionaron con resultados que podrían haber sido desastrosos... Profundo conocedor de la espiritualidad oriental, vivió también el ecumenismo de los espíritus cuando el de los escritos y los encuentros era difícil, lejano y mirado con recelo. Ha estudiado durante mucho tiempo la santidad experimentada a lo largo de los siglos por grandes figuras que han embellecido la vida de las comunidades cristianas. Cuando aún dominaba, y durante décadas, la teología de manuales abstractos hechos de lógica y de citas autorizadas, indicó fuertemente la necesidad de volver a las fuentes, la Biblia en primer lugar, los grandes Padres de la Iglesia, los Santos, los textos litúrgicos que guiados desde 2000 años de vida concreta de la Iglesia de Cristo. También por este motivo algunas de sus obras, como "Comentario sobre el Éxodo", tuvieron dificultades en Italia con la Santa Sede en 1960, fueron publicadas sólo en Francia y contaban con el visto bueno de la Santa Sede. Cargo sólo después del Concilio, en 1975 - como para vengarse de la realidad, ciertamente no deseada por él - Pablo VI le pidió que predicara los ejercicios al Papa y a la Curia Romana. En muchos aspectos también fue un hombre solitario: solo en busca y en presencia de Dios, Uno y Trino, misterio y palabra, silencio y fuego, paz y renovación. Hombre de fe, hombre de Dios, hombre de Iglesia, hombre de escritos, hombre de adoración y de oración, hombre de silencio capaz también de hablar a las multitudes con la misma sencillez desencantada y sabia... Rico en todo y dueño de nada. Su comunidad de los Hijos de Dios, formada por hombres y mujeres, casados y célibes, que trabajan y viven en silencio, continúa su misión. ¿Y el?