"¡Habrá santos entre los niños!", exclamó San Pío X al adelantar la edad de la Primera Comunión. Milagros de gracia en los hermanitos Rosaria, Giastin y Cosimo Gravina.
por Pina Baglioni
La historia comienza en Alemania, en Wupperthal, donde viven dos jóvenes italianos, Carolina Vigilante y Giuseppe Gravina. Ambos son de Gravina di Puglia y están allí por trabajo. Se han casado recientemente y desean formar una familia. A los pocos meses, Carolina queda embarazada, pero el bebé muere antes de dar a luz, dejando a los dos jóvenes sumidos en el dolor.
Por suerte, llegó un nuevo embarazo: Rosaria nació el 4 de abril de 1981, y era una hermosa mujer. Desafortunadamente, unos meses después, los médicos alemanes le comunicaron un diagnóstico desastroso: amiotrofia espinal, una enfermedad rara que ataca los músculos, causa problemas respiratorios y mucho más.
Los Gravina deciden regresar a su país, necesitando la ayuda de sus respectivas familias, y en Italia, a pesar de las dificultades y preocupaciones de la pequeña Rosaria, la vida continúa. El 29 de octubre de 1987, nace otra niña, Giastin. Es la viva imagen de la salud. Crece bien, camina con rapidez y siempre está alegre. Todo parece ir bien, hasta que su madre Carolina se da cuenta de que algo también le pasa a Giastin. Y el diagnóstico, una vez más, es terrible: la rara patología de Rosaria también ha atacado a Giastin.
Estos extraordinarios padres se sorprenden con la alegría e inteligencia de sus pequeñas hijas; Rosaria es la luz de la casa; su dulzura conmueve a sus padres, abuelos y a los numerosos amigos que las visitan. Esta pequeña se siente atraída por su gran confianza en Jesús. Y gracias a estas niñas, la casa Gravina es un ir y venir de gente, jóvenes y mayores: amigos, feligreses, el grupo scout, sacerdotes, monjas...
Van a consolarse, salen consolados.
Giastin, muy vivaz, escribe poemas; dice que son solo para Jesús. También pinta, y en uno de sus retratos representa a la Virgen, dejando siempre el rostro sin definir. «Es demasiado hermosa —dice—. El rostro de la Virgen es demasiado hermoso y no se puede pintar. Nadie en este mundo puede hacerlo». Según la madre Carolina, un suceso ocurrido tiempo atrás podría explicar esta reticencia. A menudo, y voluntariamente, la niña, durante la noche, permanece descubierta y, debido a su enfermedad, no puede cubrirse sola. Y a veces la madre, muerta de cansancio, se olvida de hacerlo. Una mañana, Giastin, temblando, dice: «La Virgen vino a cubrirme. ¡Deberías haberla visto! Es preciosa».
Mientras tanto, el 9 de mayo de 1994, nace Cosimo. Las pruebas de rutina arrojan una vez más un veredicto terrible, a pesar de las garantías previas de los médicos. La decisión de dar a luz a otro niño gravemente enfermo genera juicios maliciosos en todo el país, pero a Carolina no le importa: «Siempre hemos seguido adelante con calma, como si nos hubieran tendido una alfombra roja».
Cosimo es muy inteligente. Un día, durante un juego entre madre e hijos (Rosaria fue al cielo en 1996), Giastin sugiere ponerles un nombre a sus ángeles guardianes. "Llamaré al mío Simpaty", dice. "Mi Armony", repite la madre Carolina. "¡El mío se llama Pippo!", exclama Cosimo. A partir de entonces, Pippo se convierte en uno más de la familia. Carolina habla de estas fantasías con Don Matteo, un sacerdote amigo. Durante una de sus visitas a la familia Gravina, Cosimo le pregunta si él también ve a su ángel guardián. "Lamentablemente, no", responde Don Matteo. “Entonces no eres tan especial”, responde Cosimo. Mientras tanto, empieza a nevar. El sacerdote se lo señala al niño, explicándole que tiene que irse, porque es peligroso caminar en la nieve. Cosimo, en respuesta, le dice que le pedirá a Pippo que lo acompañe. El sacerdote se va y, después de un rato, Cosimo le dice a su madre: “Todo bien, Matteo llegó a casa y Pippo regresó, pero tiene la boca sucia de chocolate”. Una semana después, Carolina se encuentra con el sacerdote, quien le pregunta por Cosimo. “Está bien”, responde ella y añade en broma: “Pero dijo que la próxima vez tienes que darle la servilleta a Pippo, que regresó con la boca sucia de chocolate”. Don Matteo palidece, se incorpora y dice: «Sabes, el otro día, al llegar a casa, había un tarro de Nutella en la mesa. Así que, de broma, le metí el dedo, lo levanté y dije: «Gracias, Pippo, esto es para ti».
Lo que ocurre en esa casa ahora es conocido en todo el país; hasta el obispo diocesano quiere...
Entiende algo y va a hablar con Giastin y Cosimo. El niño, nada intimidado, le pregunta si él, el obispo, es Jesús. «Pregúntale a Pippo», responde el prelado para ver su reacción. El niño se gira y mira fijamente a un punto de su habitación, aquel donde, según él, Pippo ronda. Se gira y responde con seriedad: «No, tú no eres Jesús, pero cuando dices misa y consagras la hostia, entonces eres Jesús». El niño tenía cuatro años. El prelado, atónito, pregunta a sus hermanitos qué quieren de regalo. Giastin y Cosimo responden al unísono: quieren que un sacerdote venga a celebrar la misa en su casa al menos una vez al mes. A partir de entonces, la Santa Misa se celebrará todas las semanas en casa de los Gravina.
Un último episodio que da testimonio de la elección de los tres santos hermanos por parte del Señor. Giastin falleció el 21 de febrero de 2004; durante su funeral, uno de los presentes dijo haber visto a los ángeles llevarse a la niña y luego entregarla a la Virgen María. Ella luego la entregó a Jesús y finalmente el Hijo la arrojó hacia el Padre. Carolina quedó impactada: esa era la historia que solía contarles a sus hijos sobre su llegada al Cielo.