Fruto de la cuidadosa restauración de un fresco, en el cementerio del Ponticello di San Paolo, cerca de Via Ostiense, en la catacumba de Santa Tecla
por Talía Casu
In este número presentaremos brevemente la catacumba de Santa Tecla, que normalmente no está abierta al público, pero que se puede visitar gratuitamente con motivo del Día de las Catacumbas, organizado por la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada en las ediciones de primavera y otoño. A lo largo de la vía Ostiense, hacia finales del siglo III, quizás coincidiendo con el abandono de una cantera de puzolana, se excavó un pequeño hipogeo con una estrecha escalera, una galería y tres cubículos. En la pared derecha de uno de los tres cubículos, se colocaba un cuerpo venerado o reliquias en una tumba; Posteriormente, el nombre cayó en el olvido, al igual que el propio entierro.
A mediados del siglo IV se amplió la escalera de entrada, provocando la destrucción del hipogeo original; al mismo tiempo se construyó una basílica que mantuvo la venerada tumba en su posición original. La sala basilical se divide en dos naves con bóveda de cañón sostenida por tres arcos fajones; las paredes estaban decoradas con pinturas de las que quedan algunos fragmentos; el piso estuvo ocupado por numerosos enterramientos. En la segunda mitad del siglo IV se derribó el muro de una gran hornacina para permitir el uso de las salas de la cantera como santos retro, es decir, fomentar los entierros cerca de la citada tumba.
Antes de los estudios realizados a finales del siglo XIX por el arqueólogo Mariano Armellini (1852-1896), la catacumba de
Santa Tecla era conocida como el "cementerio del Ponticello di San Paolo". El cementerio es conocido en el siglo VII por los Itinerarios, guías elaboradas para quienes visitaban los santuarios romanos en peregrinación. De estas fuentes sabemos que, en una colina situada al sur de la basílica de San Paolo, había una iglesia dedicada a Santa Tecla, estrechamente relacionada con una espelunca, la cueva donde se encontraba el venerado entierro del santo. Una confirmación adicional proviene de un texto apócrifo tardío.
(Siglos VI-X) conocido como Hechos de Pablo y Tecla, que cuenta la historia de la virgen de Iconio, discípula de San Pablo, y de su milagroso viaje a Roma; sigue la historia de su muerte y la indicación de su entierro "a dos o tres etapas de la tumba del Maestro Paolo".
El estudioso Armellini, tras las investigaciones arqueológicas, prefirió reconocer en Santa Tecla, enterrada y venerada en el pequeño cementerio cerca de Ostiense, a una mártir romana Tecla, desconocida en las fuentes y enterrada cerca de la Basílica Paulina en virtud de la homonimia con la virgen de Iconio. . Esta elección también fue apoyada más tarde por el padre barnabita Umberto Maria Fasola.
Al finalizar el Año Paulino en 2009, se conoció la noticia de un descubrimiento sensacional que dejó intimidados a los restauradores, que desde hacía más de un año llevaban a cabo un exigente y experimental proyecto de restauración en el cubículo P de la catacumba de Tecla. Sobre la bóveda del cubículo del centro se alza la imagen del Buen Pastor; alrededor, en las cuatro esquinas, cuatro clipei que contienen cada uno los bustos de cuatro personajes masculinos. El 19 de junio de 2009, mientras se limpiaba uno de los cuatro clipei, apareció ante la atenta mirada de los restauradores el rostro severo y bien definido del apóstol Pablo. Las características del rostro del Apóstol de los Gentiles ya eran conocidas anteriormente -porque estaban presentes en sarcófagos y otros frescos de cementerio-, pero esta vez se trataba del icono más antiguo y definido que nos ha aportado la iconografía paleocristiana.
El clípeo del busto del apóstol Pablo va acompañado del de otros tres personajes: Pedro, situado en el lado opuesto; para los otros dos la búsqueda de su identificación se desarrolló dentro del colegio apostólico.
Para sustentar la identificación del tercer clípeo con el rostro de Andrés, se puede recordar que, después de Pedro y Pablo, es aquel al que se le asigna iconográficamente una fisonomía fija. El personaje del cubículo es definitivamente una persona de avanzada edad y no está de más asignarle esta característica a quien fuera el hermano mayor de Pietro.
En el cuarto clípeo el personaje representado se caracteriza por una tipología juvenil y, al no tener más elementos esclarecedores que la nota biográfica sobre su edad (era el menor de los apóstoles), se le reconoce como el apóstol Juan. Un episodio evangélico une a Juan con el apóstol Andrés: su llamado mientras eran seguidores de Juan Bautista; además en la lista de los Doce Juan aparece como el cuarto y en varios episodios evangélicos adquiere especial importancia.
La presencia simultánea de Pedro y Pablo tiene la intención de reiterar la doble apostolicidad de la Iglesia romana y de significar la unidad de la Iglesia en sus identidades, Iglesia ex circuncisión, representado por Pietro, y que ex gentibus representado por Paolo. Este cubículo de los apóstoles puede reconocerse como una representación de aquel proceso de renovación de la ciudad de Roma que se llevó a cabo a finales del siglo IV.