Una pastoral familiar para acompañar, discernir e integrar

de la tarjeta. Ennio Antonelli

Un itinerario formativo

«Acompañar, discernir e integrar la fragilidad»: este es el título del capítulo VIII de Amoris Laetitia. Para las parejas llamadas irregulares se propone un itinerario de vida cristiana y de participación eclesial con la guía del sacerdote y la implicación de la comunidad, para ayudar a las personas a "encontrar caminos posibles de responder a Dios y crecer a través de los límites" (AL, 305 ; ver AL, 294; Es precisamente este itinerario formativo, y no la posible admisión a la Eucaristía, la propuesta fundamental formulada por Amoris Laetitia para quienes conviven fuera del matrimonio.

Debemos darnos cuenta de que el contexto social y cultural influye profundamente en la conciencia subjetiva de las personas y que la sociedad y la cultura occidentales están hoy en gran medida descristianizadas y necesitan una evangelización nueva, valiente y paciente. La jerarquía de valores internalizados en los corazones no corresponde muchas veces a la verdad objetiva del bien y del mal, ni siquiera entre los cristianos practicantes. Por eso la prioridad pastoral, según Amoris Laetitia, es curar, sanar, reconstruir la mentalidad, la afectividad, los criterios de juicio y de acción para que sean cada vez más acordes con la razón y la fe.

Es un camino de maduración que requiere un compromiso agotador y difícil. Acompañar es una acción pastoral compleja. Incluye una multiplicidad de actitudes y propuestas: ver con una mirada misericordiosa a las personas en situaciones de amor herido; id a buscarlos y aprovechad las oportunidades de encuentro que se presenten; acogerlos con gran amabilidad y construir con ellos una relación de amistad, confianza y seguridad; iniciar discusiones periódicas; escuchar mucho para comprender diferentes situaciones y poder ofrecer la ayuda adecuada (ver AL, 297); iluminar las conciencias con la luz de la verdad y discernir las circunstancias atenuantes; sanar las heridas “devolviendo la confianza y la esperanza” en Dios, siempre fiel y misericordioso (AL, 291); promover relaciones significativas con la comunidad parroquial, para que podamos tener una experiencia hermosa y concreta de la Iglesia como madre (ver AL, 299; 308); sobre todo, impulsar y favorecer la maduración de una relación viva y personal con el Señor Jesús, relación de suma importancia en sí misma y también necesaria para sostener el arduo compromiso de ordenar la propia vida según el Evangelio.

 

En la misión de la Iglesia

En cuanto a la integración en las actividades, servicios y organizaciones de la Iglesia, Amoris Laetitia recomienda una mayor apertura «en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo, respecto de los divorciados vueltos a casar civilmente. La lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al cuerpo de Cristo que es la Iglesia, sino que puedan tener de ello una experiencia gozosa y fructífera. Están bautizados, son hermanos y hermanas; el Espíritu Santo derrama en ellos dones y carismas para el bien de todos. Su participación puede expresarse en diversos servicios eclesiales: es necesario, por tanto, discernir cuáles de las diferentes formas de exclusión que se practican actualmente en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden superarse" (AL, 299).

Estas indicaciones del Papa Francisco abren nuevas posibilidades en cuanto a los servicios eclesiales y al mismo tiempo están en continuidad con las de sus predecesores en cuanto a la forma de vida cristiana. A este respecto, cita una cita de Benedicto XVI: «Los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia que los sigue con particular atención, con el deseo de que cultiven, en la medida de lo posible, una vida cristiana. estilo de vida, mediante la participación en la Santa Misa, incluso sin recibir la comunión, la escucha de la palabra de Dios, la adoración eucarística, la oración, la participación en la vida de comunión, el diálogo confiado con un sacerdote o un maestro de vida espiritual, la dedicación a lo vivido caridad, obras de penitencia, compromiso educativo con los niños" (Sacramentum Caritatis, 29). Incluso antes, san Juan Pablo II se había expresado casi en los mismos términos (cf. Familiaris Consortio, 84).

 

Reconciliación          

y Eucaristía 

Se debe hacer una discusión separada sobre la reconciliación sacramental y la comunión eucarística. Las convivencias libres de vínculo matrimonial previo "deben abordarse de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidades para el camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio". Se trata de acogerlos y acompañarlos con paciencia y delicadeza" (AL, 294).

Las segundas uniones de divorciados, siguiendo las facilitaciones procesales introducidas por el Papa Francisco en los dos Motu Proprio del 15 de agosto de 2015 para verificar la posibilidad de nulidad del matrimonio anterior, pueden convertirse en un verdadero matrimonio cristiano tanto con la celebración litúrgica del sacramento como con la curación en la raíz del matrimonio civil. Sin embargo, si no es posible obtener la sentencia de nulidad del matrimonio anterior, el acompañamiento pastoral debe orientar a la pareja a interrumpir la convivencia si no existen impedimentos (debidos, por ejemplo, al cuidado de los hijos o necesidades de salud) o anímala a practicar la continencia sexual (ver San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 84).

Hasta este punto la discusión sigue la posición pastoral de papas anteriores; Pero Amoris Laetitia parece querer abrir nuevas oportunidades a los divorciados en segundas uniones. «Por condicionantes o atenuantes es posible que, dentro de una situación objetiva de pecado -que no es subjetivamente culpable o que no lo es plenamente- se pueda vivir en la gracia de Dios, y también se pueda crecer en la vida de la gracia. y caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia" (AL, 305). Esta ayuda "en ciertos casos podría ser también la ayuda de los sacramentos" (AL, nota 351), es decir, de la reconciliación sacramental y de la comunión eucarística. El lenguaje utilizado es cauteloso y parece sugerir una implementación prudente. En algunos casos es posible que en una situación objetiva de grave desorden moral, como es una unión adúltera, falte la plena responsabilidad subjetiva y por tanto el pecado mortal. Entonces podríamos incluso llegar a conceder la absolución sacramental y la admisión a la Eucaristía.

Me parece que esta indicación tan sobria y matizada necesita más aclaración y motivación. En primer lugar, hay que considerar que sólo Dios ve el corazón de las personas y que su interioridad espiritual no es directamente observable en sí misma. La Iglesia evalúa ante todo su forma de vida exterior y su compatibilidad con la Eucaristía. La admisión al sacramento requiere no sólo la conciencia subjetiva de estar en gracia de Dios y sin pecado mortal, sino también la comunión eclesial, visible y completa en sus elementos esenciales: auténtica profesión de fe, sacramentos válidos, adhesión al orden jerárquico católico (papa y obispos), la observancia sustancial de los mandamientos de Dios, por lo que no admite a la mesa eucarística a los cristianos no católicos y, más aún, a los no cristianos y a los no creyentes, ni siquiera cuando sean personas extraordinariamente buenas.