por Giosy Cento
Cuando Alguien, Él… el Señor, se comunicaba y yo, le escuchábamos, es necesario y… cortés responder. La comunidad se levanta para gritar desde el corazón: Tú nos has revelado el camino de la vida y en Ti confiamos, porque Tú eres el Amor que no traiciona por todas las generaciones. “Creo” es el grito repetido varias veces en este símbolo que es verdaderamente el… manifiesto de los creyentes de la Iglesia Católica Romana. Una maravillosa síntesis de la fe que se ha ido formando a lo largo de los siglos a través del corazón eclesial y del soplo del Espíritu Santo que nunca ha faltado como fuente de verdad. Para la Asamblea de la Santa Misa casi parece un canto fúnebre de la memoria, cuando en realidad posee una energía de fe siempre regeneradora. “Un solo Dios, Padre”. es toda la experiencia de la familia la que se basa no sólo en el amor mutuo del hombre y la mujer, sino en la fecundidad de la maternidad y la paternidad.
Dios es el único, el único que es padre-madre, reuniendo toda la inmensidad y cualidad del amor-Amor en una síntesis fascinante y divina. Así, en la tierra, experimentamos la emoción de convertirnos en procreadores al ser instrumentos vivos de las manos creativas del... Padre eterno. Un regocijo que se siente en la intimidad que hace estallar la vida, una felicidad-responsabilidad que se siente cuando una criatura es concebida y nace para "para siempre".
De los profundos suspiros materno-paternos se escucha el grito amoroso: tú eres mi hijo, yo te he engendrado (salmo).
Pero la respuesta del niño (que no habla, pero que se expresa en todos los gestos y... músculos... de la cara) es aún más fuerte en los dos sonidos que luego se convierten en palabras de pleno significado de reconocimiento paterno: ma- ma, pa-pa (y que Jesús expresó en hebreo como abba).
Así se logra el objetivo de la vida: ser padre y madre y escuchar a tus hijos llamarte el único "Dios". Cuántos momentos de la historia actual me han dicho los adolescentes: "Quiero un solo padre, una sola madre", cuando encuentran... más. Por eso decir: "Creo en un solo Dios" se convierte en el credo alimento de la familia que vive esta unicidad de amor entre una y única mujer y un único hombre, relacionándose en el amor más elevado y profundo posible.
“Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible”. Una expresión que da una sensación de creación envolvente. es la experiencia de la creación la que llena nuestros ojos y nuestro corazón y nos hace saltar en acción de gracias gozosa por la gratuidad de todos los dones del Padre.
Dones visibles: infinidad de dones desde las más pequeñas criaturas hasta las montañas, desde las flores hasta la belleza de los cielos que narran la gloria del Señor infinito. Indescriptible fantasía de Dios expresada en color con un pincel inimitable que crea sugerencia y asombro en cada mirada del día y de la noche. Experiencia de la creación infinita que despierta alegría y te hace caer de rodillas. Y decir que percibimos una parte muy pequeña de ello y que somos sobre todo muy pequeños ante las cosas invisibles. Más allá de lo visible: a todos nos gustaría ir y hacer un viaje hacia todo lo que no se puede ver... de una persona, de un niño, de un ser querido.
La parte invisible de las criaturas es la más inmensa que existe, sin fronteras ni límites, y cada persona la posee. La vida no basta con… pertenecer totalmente entre el hombre y la mujer y los niños y… “la familia invisible”, su mayor parte es la que más debe ser buscada y conocida tendiendo puentes de amor que aterricen en el fragmento divino que cada uno tiene dentro de sí mismo.
Pensando en lo invisible de la Eucaristía... y ya está. Pensando en la Eternidad, traspasando el cielo (pero ¿qué es el cielo?) con la curiosidad y el amor de quien quiere unirse con el Creador. Pensando en el Paraíso donde están todos o algunos de los que han bebido de los manantiales de esta tierra y ahora sacian su sed sólo en la Belleza del Padre y de la Santísima Trinidad.
Todo esto, en la familia, debe llevar a un reconocimiento continuo de los dones divinos gratuitos y a una vida espiritual cultivada cada día en la oración y en las relaciones auténticas, para respirar profundamente lo invisible que nos pertenece y da sentido a nuestro camino familiar.
La familia tiene una parte invisible que hay que reconocer y disfrutar por encima de todo. (Todas estas son pobres palabras para intentar expresar las maravillas que se nos revelan y que creemos o, al menos, decimos creer).
“Un Señor, Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos”. Aquí el Señor sale al campo. Con qué cuidado debemos pronunciar esta palabra que, según dice san Pablo, es el término con el que expresamos a Jesús.
El Señor: el que tiene en sus manos nuestra vida... junto con el Padre, el que aceptó hacerse uno de nosotros - de carne como yo y como tú - trayendo a todos nosotros la revelación del Dios Invisible y haciéndonos Toca lo Divino de primera mano.
Él es el Señor que nos esperará a la puerta del cielo. Él es Jesús, es decir, el Salvador: ¡qué palabra tan inmensa!
Cuando nada ni nadie puede ofrecer perspectivas de salvación, en todos los sentidos y en todos los ámbitos de la existencia, Jesús responde a cada invocación y provocación hasta el punto de salvar de la muerte y dar la resurrección. Cristo: en Jesús se cumplieron todas las expectativas mesiánicas desde la creación hasta el fin de los tiempos.
Para una familia, que vive muchos momentos problemáticos, el amor y la presencia de Jesucristo significa haber encontrado el centro, la fuerza, la seguridad, la roca sobre la que fundar el hogar, el tiempo del amor, tiempos de amor hasta la eternidad. de todos los miembros de la familia.
Porque Él es el único hijo engendrado del Padre antes de todos los siglos. Se siente la necesidad de sumergirse en la vida del Padre y del Hijo y de caminar en su presencia con sencillez y amor, siguiendo los destellos de Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Tratando de ser, junto a ellos, una familia hecha de tierra y cielo, de actividad humana y espiritual, de temores y esperanzas fundadas: porque creemos.