amoris laetitia
por Don Nico Rutigliano
La actitud que el Papa Francisco ha adoptado hacia la familia es la de caminar cerca de las familias con una mirada amorosa. Mira a la familia con un estilo propio de quienes viven en familia y utiliza un lenguaje hecho de metáforas y ejemplos tomados de la vida cotidiana.
La exhortación apostólica Amoris laetitia es muy concreta y capaz de abordar un tema espinoso y de gran actualidad: la realidad de la familia y sus desafíos.
Él mira a la familia tal como es. No a la familia ideal, sino a la familia real. No un modelo abstracto, sino una realidad concreta, hecha de belleza y cuestiones críticas, exaltaciones y heridas. No es un estereotipo, sino un mosaico hecho de grandes diferencias que conforman algo único. La familia es imperfecta y en su imperfección reside también su posibilidad de necesitar de los demás, su deseo de confiar sus dificultades e incertidumbres a una mano que la sostiene, la protege y la ayuda.
La imperfección de la familia radica también en que en ella nada parece funcionar: los padres siempre se equivocan con sus hijos, todos experimentan limitaciones y errores, la efímera alegría de los logros y el fracaso de los planes.
La concreción de la familia está presente en el impacto con la realidad en la que está el límite y el intento de superar los propios errores. Esta concreción afecta a la familia y a todos los hombres. Por hombre entendemos a la persona en su totalidad, corporeidad y espiritualidad, con sus necesidades y deseos; en su totalidad con todas sus dimensiones.
A partir de esta concreción, el Papa Francisco adopta un estilo humilde, que mira la historia de la familia, en la que hay componentes unidos por el sacramento y que, debido a la historia, cambian con el tiempo.
El Papa Francisco nos advierte de no idolatrar las formas, porque las formas que adopta la familia cambian con el tiempo.
Es tarea de la Iglesia leer los signos de los tiempos, pero también leer la familia a medida que avanza en la historia y toma diferentes formas: forma patriarcal, familia nuclear, familia extendida.
Lo que el Papa Francisco pone en el centro es la sustancia de la familia: la unión entre un hombre y una mujer, iluminada y fortalecida por la gracia. Este lugar acogedor, que es la familia, toma luego diferentes formas a lo largo de la historia.
La Iglesia debe autocríticar su manera de acompañar a la familia en su fragilidad. El Papa se pregunta si quizás no hemos abandonado a las familias en sus heridas, quizás juzgando sus errores.
Si la Iglesia es una familia de familias, debe ayudar a cada familia a superar dificultades y desafíos.
Si la familia camina en el tiempo, este camino puede tener fracasos y retrasos. Aquí está el tema de la gradualidad, que es un principio querido por el Papa Francisco y es la dimensión que incide en el camino de la familia. Tiene una identidad dinámica. Por eso es un proceso, un devenir, y su culminación se produce con el tiempo y de forma paulatina. Es el lugar donde aprendes a amar y aprendes a amar con el tiempo, aprendiendo de tus errores. No es el núcleo perfecto para vivir, pero es el lugar donde creces a pesar y gracias a tus errores. Evoluciona con el tiempo y sus componentes crecen y cambian con el tiempo.
El aspecto de concreción afecta también a la dimensión de corporeidad. El diálogo en familia también se da a través del cuerpo: el abrazo, las caricias, las miradas, el llanto conjunto, el lenguaje de la ternura, el contacto físico. La dimensión de la corporalidad, a menudo eliminada en el pasado, especialmente en el ámbito eclesial, es importante en la familia y no debe subestimarse.
En la familia se aprende a amar y en ello reside la grandeza de la familia (n. 53): la capacidad de amar y enseñar a amar. Por más herida que esté, la familia siempre puede crecer en amor.
Es el lugar donde se puede aprender la reciprocidad de las diferencias. Todas las diferencias están presentes en la familia: en edad y temperamento, grandes y pequeños, fuertes y débiles, viejos y jóvenes, sanos y enfermos. Es el útero que contiene, en una unidad, diferencias que se relacionan entre sí. En esta reciprocidad aprendemos a amar.