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Acontecimientos históricos que se repiten

LEl pasado 22 de enero se cumplió el centenario de la muerte del Papa Benedicto XV y quienes estén interesados ​​en la historia se habrán ocupado de ello. Pero el inicio del conflicto ruso-ucraniano el 24 de febrero, una guerra cruel en el corazón de Europa, devolvió a la relevancia dramática a este Papa, que durante su pontificado vivió el terrible drama de la Primera Guerra Mundial. 

Tras su elección el 3 de septiembre de 1914, se dedicó a curar las heridas de la guerra en curso, a buscar canales de diálogo entre los frentes enemigos y  para dar alivio a los pueblos que sufren y también a los soldados aplastados por un conflicto cruel. Primero: diálogo de paz, siempre y con todos, sin desanimarnos y sin considerar cerrada ninguna puerta. Segundo: alimentos, medicinas, cualquier ayuda para dar un poco de esperanza a quienes estaban desesperados. Luchó sin piedad contra un único muro: la guerra misma. Es su fórmula con la que se clava toda guerra sin posibilidad de redención: ¡masacre inútil! En una nota que envió el 1 de agosto de 1917 a las naciones en armas expresó la "querida y dulce esperanza de alcanzar lo antes posible el cese de esta terrible lucha, que cada día se presenta como una masacre más y más inútil".  

Pero Benedicto XV también sabía de las dificultades sobrehumanas que debe afrontar la humanidad para erradicar la guerra. De hecho, el hombre sucumbe a la tentación del conflicto y sólo la ayuda divina puede hacer realidad concreta el deseo de una paz duradera. Luego promovió repetidas iniciativas de oración para pedir el don de la paz. El 5 de mayo de 1917, en carta a su secretario de Estado, el cardenal Pietro Gasparri, estableció que la invocación "Regina pacis, ora pro nobis”. ¡Quizás te parezca algo insignificante! Sin embargo, esta pequeña invocación a la Reina de la Paz nos acompaña en estos días de miedo y preocupación. ¡Cuánta esperanza nos da!

También es necesario recordar que Benedicto XV, pocos días después de la iniciativa de las Letanías, escribió una carta (Dum acerbae lacrymae de 15 de junio de 1917) al Director de la Pía Unión del Tránsito de San José, Don Cesare Pedrini, para establecer la Missa perenne, para ayudar con la Santa Misa a los numerosos soldados y civiles que cayeron (¡y caen!) víctimas de las armas. Escribió a don Pedrini palabras que nos conmueven profundamente: «Miles de hijos amados, que están a punto de cruzar el umbral de la eternidad, hacen llegar a nuestro corazón el eco de su voz lánguida, invocando la ayuda de una oración por el paso feliz a la eternidad. vida. Y nos consolamos cuando reflexionamos que la Pía Unión del Tránsito de San José fue creada para brindar ayuda espiritual a los pobres moribundos". 

En el nuevo clima de guerra, que ha reemplazado bruscamente al miedo a la pandemia, ¡todo esto es sumamente relevante!

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