¿Existe un conflicto entre caridad y justicia?
por Bruno Capparoni
El día de Pentecostés, el pasado 23 de mayo, el Papa Francisco publicó una Constitución Apostólica titulada Pascite gregem Dei (Alimenta el rebaño de Dios). Las constituciones apostólicas papales son documentos muy importantes del Magisterio, pero en este caso se trata de un documento conocido sólo por los "expertos", es decir, expertos en derecho eclesiástico, porque promulga un libro renovado del Código de Derecho Canónico, Libro VI. La materia es para especialistas; pero algunas referencias de la Constitución Papal me llevaron a reflexiones que me gusta comunicar.
El Papa invita a los obispos (a quienes se dirige principalmente la Constitución) a actuar "con justicia y misericordia". La combinación llama la atención porque en ocasiones se ha oído atribuir erróneamente al Papa una exposición exagerada a la misericordia. Aquí llama a la justicia "una eminente virtud cardinal" y recuerda que las normas contenidas en el libro VI, relativas a las penas canónicas, "manifiestan la misericordia materna de la Iglesia, que sabe que tiene siempre como objetivo la salvación de las almas". Por eso está presente el tema de la "maternidad" de la Iglesia, tan querido por el Papa, y es también un recordatorio para quienes reprochan al Papa Francisco su bondadismo. En cambio, es agradable captar la visión equilibrada del Papa y la conciencia de ofrecer un "instrumento ágil, salvífico y corrector, que debe utilizarse con prontitud y con caridad pastoral". La salvación, pues, va de la mano de la corrección y ambas acompañan una acción pastoral llena de solícita caridad.
Entre líneas de la Constitución apostólica de Francisco capté también algunas pistas, casi pasajeras pero claras, y algunas reflexiones dirigidas a la tarea de los padres y de los educadores en general. Este tema me llamó la atención porque está cerca de La Santa Cruzada, conectado con las familias y con ese modelo venerable que es la Sagrada Familia.
Casi al principio del documento el Santo Padre escribe que "la caridad y la misericordia exigen que un padre se comprometa a enderezar lo que a veces se torce". En cambio, el clima educativo actual prescribe actitudes permisivas, hasta tal punto que un padre se siente moralmente obligado a hacer concesiones continuamente para no ser "malo" con sus hijos. Si a esto le sumamos la creencia de que los padres deben ser “amigos” de sus hijos, entonces ¿qué espacio puede haber para un recordatorio y quizás para un sano castigo? El Papa Francisco, en cambio, nos advierte que hay comportamientos "que las exhortaciones y sugerencias por sí solas no son suficientes para remediar". Nos sorprende diciendo que en el pasado "se ha causado mucho daño" (!) por la falta de "recurso a la disciplina sancionadora", y por no comprender que forma parte del "ejercicio de la caridad".
Basta recordar una página del Evangelio de Lucas. Jesús, de doce años, se había distanciado de sus padres y María lo reprendió dulce y firmemente: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?". La conclusión fue: "Por tanto, salió con ellos y volvió a Nazaret y quedó sujeto a ellos".