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Del olvido y del olvido...

por Bruno Capparoni

Unos días después de Semana Santa los periódicos informaron de una noticia sorprendente. En Madrid fue encontrado un lienzo del famoso pintor italiano Michelangelo Merisi, conocido como Caravaggio. La pintura representa a Jesús Ecce homo, flagelado y coronado de espinas, que Poncio Pilato muestra a la multitud (y al observador). Fue pintado en Roma en 1605 y tras diversas adversidades acabó en España; estuvo perdido hasta el feliz descubrimiento hace unos meses. ¡Una fortuna para sus propietarios, que no sabían que poseían semejante tesoro!

Me detuve un poco en esta noticia y me hizo reflexionar. Me dije: si nos pudiera pasar así, podríamos redescubrir a Cristo, pero el verdadero... ¿Podríamos redescubrir a Jesús... personalmente... como comunidad cristiana... en Italia... en ¡el mundo! ¡Que alegria! O mejor dicho, ¡qué gracia sería! 

El descubrimiento del cuadro en Madrid fue un golpe de suerte inesperado... El descubrimiento de Cristo también ocurre en la vida de un hombre de manera inesperada y los cristianos han llamado a este encuentro inesperado con el término "gracia". Brilla inesperadamente frente a ti... se enciende una luz. No hay nada que puedas hacer para conseguirlo excepto orar para que suceda. Esto se aplica a nosotros, personalmente y a las personas que nos gustaría que Cristo tocara. ¡Es mejor orar que preocuparse por decir o hacer cosas!

El descubrimiento del desconocido Caravaggio en Madrid indicó reflexivamente que otro cuadro (conservado en Génova en el museo del Palazzo Bianco) fue atribuido erróneamente al gran pintor. A nosotros también nos pasaría lo mismo. El descubrimiento de Jesús debería producir una devaluación de lo que habíamos puesto en su lugar en nuestras vidas. Jesús es nuestro tesoro y "donde está tu tesoro, allí está tu corazón". Éste es el "trabajo" que nos queda por hacer dentro de nosotros mismos, el de no aferrarnos a ciertos tesoros falsos y olvidar así el verdadero.

El descubrimiento de Madrid fue gracias a un crítico de arte muy competente, un estudioso que conoce al detalle el cuadro de Caravaggio y que, mirando el cuadro madrileño, lo señaló como auténtico. Esto sucede también con nuestro redescubrimiento de Jesús. Un hermano de fe ayuda, con su palabra y más a menudo con su vida, a reconocer al verdadero Cristo y a liberarnos de otras ilusiones peligrosas. Quien te hace reconocer a Jesús es un santo, quizás domiciliado en la casa de al lado, como dice el Papa Francisco. El mismo Papa el pasado 7 de abril, hablando de nuestra oración a los santos, dijo: «El Santo hace recordar a Jesucristo» y más adelante: «Un Santo es el testimonio de un hombre que encontró a Jesús y que siguió a Jesús».  

Estas palabras me hicieron pensar inmediatamente en San José porque en él son literalmente verdaderas. Pidamos, pues, a San José que nos ayude a redescubrir a Jesús.

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