«El reino de los cielos se puede comparar a un grano de mostaza...»
por Franco Cardini
Uno de los rasgos más difíciles pero más fascinantes del Evangelio es el del paisaje de la Tierra Santa de Jesús, que se puede vislumbrar a través de las palabras de los evangelistas. Por supuesto, no es fácil hacerse una idea precisa: desde entonces hasta ahora, el paisaje y el clima, la flora y la fauna, han sufrido diversos tipos de cambios; además, las dificultades inherentes a los procesos de traducción (esencialmente del arameo al griego, que se refieren al Evangelio de Mateo, del que depende en cierta medida tanto el de Marcos como, más indirectamente, el de Lucas) pueden llevarnos a menudo a error. Lo mismo ocurre con la mostaza, o mostaza, de la que habla Mateo y a la que Jesús acerca el reino de los cielos.
Probablemente sea la "brassica nigra", la "mostaza negra", una planta crucífera anual (¿puede tener un valor simbólico el hecho de que Jesús se refiera a una planta cuyas flores tienen cuatro pétalos dispuestos en cruz?) que crece en Europa, en Asia occidental, en el norte de África, y que tiene semillas ovoides muy pequeñas (de 1 o 2 mm de diámetro) pero que, cuando es adulta, puede alcanzar 1 o incluso 2 metros con su tallo recto: «es la mayor de todas las leguminosas y se convierte en un árbol, tanto es así que los pájaros bajan del cielo y anidan entre sus ramas." De ahí el texto de Mateo.
Las propiedades medicinales del polvo extraído de las semillas de la planta y de las flores cruciformes son bien conocidas: para uso interno, se utilizaba -y todavía se utiliza hoy- en las enfermedades de las vías respiratorias y en el reumatismo en forma de compresa; internamente es un condimento picante que estimula la digestión. Cabría preguntarse si, al referirse a la mostaza, Jesús no está esbozando un aspecto fundamental -el taumatúrgico- de su presencia entre los hombres de Palestina hace dos mil años.
Pero el punto central de la parábola no es éste. Consiste en la atención que el Salvador quiere llamar sobre el hecho de que una pequeña semilla genera una gran planta. El reino de los cielos es una pequeña causa que trae grandes efectos. El reino de los cielos es un comienzo modesto que produce resultados enormes. Sin embargo, seamos honestos: hay algo inquietante en esa semilla de mostaza, cuyas propiedades son irritantes y ardientes. Esa semilla puede ser pequeña, pero tiene algo de escandaloso y rebelde. Se suele decir que esa semilla somos nosotros, somos los cristianos; y sus obras, su ejemplo. Obras y ejemplos "pequeños", es decir, no grandilocuentes, ni retóricos, ni sermoneadores, pero al mismo tiempo no tranquilizadores, ni conformistas, ni siquiera tímidos. Hoy en día, los valores cristianos o valores que en cualquier caso pueden verse en una relación no contradictoria con el cristianismo son compartidos, e incluso reivindicados y alardeados, por muchos partidos: incluso por aquellos que no tienen nada que ver con el cristianismo. Esto sin duda es algo bueno, pero puede generar muchos malentendidos; y puede hacer que algunos cristianos más ingenuos crean que el reino de los cielos está cerca, ya que todo el mundo habla de él; y que el cristianismo se está convirtiendo en algo superfluo, ya que incluso aquellos que no son cristianos se inspiran en valores que se parecen mucho a los que predica el Evangelio. Ésta es la impresión que podemos obtener del repetido discurso sobre paz, justicia, igualdad y libertad. Sin embargo, vemos que los hechos que acompañan y respaldan este tipo de declaración continua no son en absoluto consistentes con ellos. El conformismo dulzón que los acompaña -hoy hablar de estos valores no es nada escandaloso, al contrario, corresponde al menos a un pensamiento jactancioso de la mayoría- es precisamente lo contrario del sabor acre y amargo de la semilla de mostaza. Ya no te molesta.
Pero el cristiano, grano de mostaza, debe molestar. Y si molestar con palabras es hoy casi imposible, desde que los medios de comunicación nos han acostumbrado a las tonterías hipócritas de un mundo que predica virtudes y practica vicios, debemos molestar con acciones. Y testificar con los documentos. Sigamos el ejemplo de las semillas de mostaza. A un mundo que predica la paz y luego practica la violencia e incluso comercia con ella (lo vemos en películas, cómics, música, culturas juveniles), responda practicando concretamente las virtudes de la moderación y el perdón. Hoy, por ejemplo, está muy de moda declararse contra la violencia contra los animales, cualquiera que sea la forma en que se practique. es fácil, en nombre de este nuevo lema, culpar a los carniceros, a los peleteros, a los curtidores, a los vivisectores, a los cazadores, y luego seguir viviendo como antes; y, armados con un buen certificado de compromiso cívico y moral, como haber firmado por tal o cual referéndum, seguir comiendo carne, vistiendo cueros y pieles, etc. En la gran mayoría de los casos, los cristianos actuamos exactamente así en todas las cosas. Pero trate de predicar con el ejemplo. Procura no protestar contra nada, no despotricar contra nadie, no disputar, no denunciar; pero, muy simplemente, empezando por abstenerse de colaborar de cualquier forma, incluso indirectamente, en acciones que le parezcan condenables. No se limite a predicar esperando que otros den el primer paso concreto. Sólo así la semilla se convertirá en un gran árbol.
Una última nota. Todos recordamos el famoso florete de Francisco de Asís y el sermón de los pájaros, que los pintores del siglo XIII traducían habitualmente en imágenes que representaban pájaros en las ramas de un gran árbol, atentos a escuchar las palabras del santo. ¿Qué mejor representación de la parábola evangélica? Según un antiguo simbolismo que se remonta a los egipcios y que el psicoanálisis ha redescubierto, el pájaro es un símbolo del alma. Y los pájaros que escuchan a Francisco parecen ser un símbolo perfecto de las almas que, escuchando la Palabra de Dios, se posan en las ramas de ese árbol -el mostaza con flores cruciformes, la cruz- que es el reino de los cielos. "Las aves del cielo vienen y anidan entre sus ramas", dice el evangelista.