de Mons. Tonino Bello
Al morir en la cruz, Jesús encomendó al apóstol Juan a su madre María, para que en él ella cuidara de toda la Iglesia, no sólo en los aspectos materiales, sino también en los espirituales, testimoniando su voluntad: "Sanad a los enfermo".
Los Hechos de los Apóstoles, al describir la efusión del Espíritu Santo sobre la primera comunidad cristiana en el Cenáculo, muestran a María comenzando a desempeñar el papel maternal, que, a partir de Ella, pasa a involucrar a toda la comunidad de discípulos, llamados a tomar cuidarnos unos a otros, sin exclusiones, testimoniando el amor del Corazón de Jesús por todos, porque todos somos personas, hijos de Dios.
A lo largo de su historia, la Iglesia ha concretado con múltiples iniciativas esta vocación hacia los necesitados y los enfermos, convirtiéndose en un "hospital de campaña" que, incluso cuando no puede curar, ofrece acogida y consuelo a cuantos, de diversas maneras, son heridos por la vida.
La historia del pasado nos invita a vivir el presente, sobre todo con tres actitudes: la generosidad de muchos fundadores de institutos al servicio de los enfermos; la creatividad de muchas iniciativas emprendidas a lo largo de los siglos; Apuesta por la investigación científica para ofrecer a los pacientes tratamientos innovadores y fiables. Cuando faltan sistemas de salud, también se deben proporcionar estructuras adecuadas.
Hoy, también en las instituciones de salud pública, los cristianos estamos llamados a poner en el centro a la persona humana, respetando la vida y los valores morales, sin olvidar que, con nuestro servicio, damos buen testimonio del Evangelio.
Desde esta perspectiva, es importante prestar atención a preservar los hospitales católicos del riesgo del corporacionismo, que "monetiza" la asistencia sanitaria en el mercado y acaba descartando a los pobres.
Desde las comunidades parroquiales hasta los centros de tratamiento más excelentes, todos tratamos de llevar la mirada de ternura y compasión de Jesús a los enfermos, apoyados también en el ejemplo de ternura y perseverancia con el que muchas familias siguen a sus hijos, padres y familiares. enfermos crónicos o gravemente discapacitados, con un extraordinario testimonio de amor a la persona humana.