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El Papa Francisco cambia de perspectiva y pide un cambio de mentalidad para hacer el mundo más inclusivo y permitir que las personas con discapacidad sean participantes plenos de la vida social.

Él hace esto durante elaudición con los representantes del primer G7 Inclusión y Discapacidad, celebrado bajo presidencia italiana y concluido ayer en Umbría, después de tres días de discusión y debate. Al final de la cumbre se firmó la "Carta Solfagnano", fruto de un trabajo sobre "temas fundamentales - explica el Papa - como la inclusión, la accesibilidad, la vida autónoma y la valorización de las personas". Temas que están conectados con la visión que la Iglesia tiene de la dignidad humana.

«De hecho, cada persona es parte integrante de la familia universal y nadie debe ser víctima de la cultura del descarte, nadie. Esta cultura que genera prejuicios y causa daño a la sociedad."

Hablando de la inclusión de las personas con discapacidad, una "prioridad" para todos los países, el Papa admite que en algunas naciones resulta difícil, desde este punto de vista, proteger la vida desde la infancia hasta la vejez. “Me duele - dice - cuando se vive esa cultura del descarte con lo viejo. Los viejos son sabiduría y se desechan como si fueran zapatos feos."

«No hay verdadero desarrollo humano sin la contribución de los más vulnerables. En este sentido, la accesibilidad universal se convierte en un gran objetivo a perseguir, de modo que se eliminen todas las barreras físicas, sociales, culturales y religiosas, permitiendo a todos hacer uso de sus talentos y contribuir al bien común".