El Santo Padre, al concluir la 50ª Semana Social de los Católicos en Italia, pidió a los católicos "la valentía" de pensar en sí mismos como pueblo y de participar y educarse en la política como un bien común y como contraste a la "cultura del descarte". . Desde la Piazza dell'Unità d'Italia, la invitación a "orar y trabajar por la paz". A los triesteses: "seguid comprometiéndoos en primera línea, especialmente para aquellos que llegan desde la ruta de los Balcanes"
por M. Michela Nicolais (Señor)
Un fuerte llamado a la participación y a la educación política, para sanar una democracia que tiene el corazón herido. Dirigido al "pueblo" de los 1200 delegados que animaron la ciudad de Trieste estos últimos días, con motivo de la 50ª edición de la Semana Social de los Católicos en Italia, fue Francisco, que en la homilía con motivo de la celebración de la Unificación de Italia destacó la necesidad del "escándalo de la fe" arraigada en el Dios que se hizo hombre y, por tanto, "una fe humana, inquieta, que se convierte en una espina en la carne de una sociedad". a menudo anestesiados y aturdidos por el consumismo”.
“Desde esta ciudad renovamos nuestro compromiso de orar y trabajar por la paz: por la atormentada Ucrania, por Palestina e Israel, por Sudán, Myanmar y por todos los pueblos que sufren por la guerra”,
el llamamiento del Ángelus: “Alimentemos el sueño de una nueva civilización fundada en la paz y la fraternidad; no nos escandalicemos de Jesús sino, al contrario, indignémonos por todas aquellas situaciones en las que la vida es brutalizada, herida y asesinada; llevamos la profecía del Evangelio en nuestra carne, con nuestras elecciones antes que con las palabras". “Continuar trabajando en primera línea para difundir el Evangelio de la esperanza, especialmente hacia quienes llegan desde la ruta de los Balcanes y hacia todos aquellos que, en cuerpo o espíritu, necesitan ser animados y consolados”, palabras dirigidas a la iglesia de Trieste .
“Como católicos, no podemos conformarnos con una fe marginal o privada”
la exhortación central del discurso en el Centro de Congresos: “Esto significa no tanto exigir ser escuchado, sino sobre todo
tener el coraje de hacer propuestas de justicia y de paz en el debate público".
“Tenemos algo que decir, pero no para defender privilegios”Francisco señaló: “Debemos ser una voz que denuncia y propone en una sociedad a menudo sin voz, donde demasiados no tienen voz. ¡Muchos no tienen voz, muchos! Este es el amor político, que no se contenta con tratar los efectos sino que intenta abordar las causas. Es una forma de caridad que permite a la política estar a la altura de sus responsabilidades y escapar de las polarizaciones, que empobrecen y no ayudan a comprender y afrontar los desafíos". “A esta caridad política está llamada toda la comunidad cristiana, en la distinción de ministerios y carismas”, indicación de orientación del Papa:
“Entrenémonos en este amor, para ponerlo en circulación en un mundo carente de pasión civil. ¡Hay que retomar la pasión cívica de los grandes políticos que hemos conocido! Aprendamos más y mejor a caminar juntos como pueblo de Dios, a ser fermento de participación entre el pueblo del que formamos parte”.
“Conociendo a la gente, acercándonos a la gente”. Éste, para Bergoglio, es el secreto de la buena política. “El político – explicó espontáneamente – debe ser como un pastor: delante, en medio, detrás del pueblo”. Siguiendo a Giorgio La Pira, Francisco invitó a los laicos católicos, con "buenos proyectos políticos que puedan surgir desde abajo", a "organizar la esperanza".
“¿Por qué no relanzar, apoyar y multiplicar los esfuerzos por una educación social y política que comience desde los jóvenes?”, preguntó Francisco: “¿Por qué no compartir la riqueza de la enseñanza social de la Iglesia?”. “Podemos brindar espacios de discusión y diálogo y promover sinergias para el bien común”, la propuesta concreta:
“Si el proceso sinodal nos ha formado en el discernimiento comunitario, el horizonte del Jubileo nos ve activos, peregrinos de la esperanza, por la Italia del mañana. El tiempo es superior al espacio e iniciar procesos es más sabio que ocupar espacios.
Éste es el papel de la Iglesia: involucrarse en la esperanza, porque sin ella se administra el presente pero no se puede construir el futuro".
Luego la cita de un poeta de Trieste, Umberto Saba, para explicar que "Dios se esconde en los rincones oscuros de la vida y de nuestras ciudades, su presencia se revela precisamente en los rostros vaciados por el sufrimiento y donde la degradación parece triunfar".
“La democracia siempre exige pasar de tomar partido a participar, de animar al diálogo”,
la receta del Papa, y la responsabilidad ante las transformaciones sociales "es una llamada dirigida a todos los cristianos", porque "un Estado no es verdaderamente democrático si no está al servicio del hombre", mientras que la cultura del despilfarro "atrae ciudades donde no hay No hay lugar para los pobres, los no nacidos, los frágiles, los enfermos, los niños, las mujeres, los jóvenes. El poder se vuelve autorreferencial, incapaz de escuchar y servir a la gente". De ahí la relevancia y la urgencia de la palabra clave de la Semana Social de Trieste: participación, que según la lectura de Bergoglio "no coincide simplemente con el voto del pueblo, sino que exige que se creen las condiciones para que todos puedan expresarse y participar". Y
la participación no se puede improvisar: se aprende desde los niños, desde los jóvenes, y hay que formarla, también en el sentido crítico respecto de las tentaciones ideológicas y populistas".
En la vida social es "necesario sanar el corazón", y además para serlo la democracia debe tener "un corazón sanado", la propuesta combinó con un estímulo a participar ejerciendo la creatividad en los campos de la economía, la tecnología, la política, la sociedad, la integración de los inmigrantes. La democracia es tener el coraje de “pensar en nosotros mismos como pueblo” : “una democracia con el corazón sanado sigue cultivando sueños para el futuro, pone en juego, pide la implicación personal y comunitaria”, el fresco de Francisco, que una vez más exhortó improvisadamente a “soñar el futuro”, a “ "No tener miedo", no dejarnos engañar por las "soluciones fáciles" y las "ideologías seductoras": "Seamos más bien apasionados por el bien común".