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Visita del Papa Francisco a San Giuseppe al Trionfale. Se reunió con los principales sacerdotes de la diócesis de Roma, pero también con la gente de la parroquia.

editado por el personal editorial

            A finales del pasado mes de abril, el párroco de San Giuseppe al Trionfale recibió una breve llamada telefónica; desde el Vicariato de Roma le comunicaron esta noticia: «El Papa vendrá a usted para encontrarse con los principales sacerdotes diocesanos». Unas pocas palabras para una maravillosa noticia y para un evento desafiante de organizar; la fecha elegida fue el martes 14 de mayo, en horas de la tarde.

            Se ha puesto en marcha la máquina de preparación, coordinada por el obispo vicegerente monseñor Baldassarre Reina y el Cuerpo de Seguridad del Vaticano; la parroquia tiene la tarea de encontrar el alojamiento adecuado y organizar el itinerario del Santo Padre. El lugar más adecuado fue identificado en la Sala Bacciarini, una sala amplia y adecuada  para reuniones y conferencias; el patio del oratorio de San José ofrecía suficiente espacio para aparcar (un problema no menor en el barrio romano de Prati); Via Bernardino Telesio y la Basílica de San Giuseppe habrían sido el escenario del saludo del pueblo al Papa.

            En el contexto del diálogo que el Santo Padre quiere establecer con varios grupos de sacerdotes de la ciudad de Roma, de la que es obispo, quiso inicialmente reunirse con los sacerdotes ordenados antes de 1984. Así, hacia las 15.00 horas, en la cita día, la sala Bacciarini se ha ido llenando poco a poco con más de sesenta sacerdotes. Cabezas blancas y cabello ralo, algunos palos, algunas sillas de ruedas; Sin embargo, la mayoría de los presentes mostraron una actitud juvenil y una alegre sorpresa ante el encuentro al que fueron invitados. Después de un rato de espera, apareció el Santo Padre, con su jovial saludo, en su habitual silla de ruedas. Un encuentro casi normal entre sacerdotes ancianos, con la única diferencia de que uno de ellos se sienta en la Cátedra de San Pedro. Sin discursos preparados; sin formalidades.; sólo la inevitable presencia del servicio de seguridad y los inevitables fotógrafos.

            El Santo Padre estuvo acompañado por los obispos Baldassarre Reina, vicegerente y Michele Di Tolve, auxiliar. Después de la oración inicial comenzaron las intervenciones de los sacerdotes, presentándose a sí mismos, sus actividades pasadas y su situación actual. Los recuerdos de las parroquias en las que cada uno trabajó ofrecieron al Santo Padre una visión vívida de la realidad pastoral romana, compuesta por parroquias históricas en el centro, pero también por parroquias en los suburbios, que fueron construidas precisamente con el apostolado del orador.  Junto a muchos pensamientos de satisfacción y recuerdos emotivos y agradecidos, surgieron también los inconvenientes debidos sobre todo al descanso obligado de quienes estaban acostumbrados a la actividad diaria, a veces frenética.

El Santo Padre escuchó, asintió y tomó algunas notas. De vez en cuando intervenía para subrayar y completar las palabras de quien hablaba. No hubo un discurso preparado, pero sus intervenciones repasaron algunos de los temas del Papa Francisco.

Debemos ser “curas callejeros”. Varias veces el Papa recomendó a sus sacerdotes estar entre el pueblo, tanto físicamente como con una actitud externa e interna de cercanía. No un dominio, sino un servicio, hecho con gentileza y fraternidad.

La caída de los privilegios. Si antes el orden sacerdotal podía considerarse una clase privilegiada, hoy el privilegio de los sacerdotes debe ser el de la oración y el trabajo.

Unificación de parroquias (y diócesis). Para una mayor eficacia pastoral, pero también para mostrar el fruto de la comunión que conduce a la colaboración entre los sacerdotes, la unificación (a veces necesaria) de las parroquias es algo bueno. Respecto a la unificación de las diócesis, el Papa Francisco confió que había cambiado de opinión; Si en el pasado pensaba que las pequeñas diócesis debían reunirse, hoy cree que tales elecciones exigen una mayor cautela, debido a que las diócesis tienen una identidad histórica y social bien definida y no es fácil unificar lo que es tan diferente.

Ministerio de Confesión. Los sacerdotes mayores a menudo se dedican al ministerio de la Confesión. El Papa Francisco recomendó una actitud acogedora, no curiosa y fácil de perdonar. Recordó que es necesario ayudar a las personas a reconocer los pecados "angelicales" (sic), aquellos que se cometen con la mente y la voluntad.

La situación matrimonial actual y la convivencia. El Papa Francisco ha demostrado ser consciente de la situación actual de las familias y les ha pedido que la tengan en cuenta con comprensión y actitud de ayuda, como ya ha indicado en sus documentos magistrales. Es necesario cultivar en este ámbito una pastoral cuidadosa y eficaz.

Presta atención a la homilía. Recomendó encarecidamente realizar homilías breves (máximo ocho minutos), cuidadosamente preparadas, que tengan un pensamiento, un sentimiento y un propósito. Pidió evitar “conferencias teológicas.

Viejo y joven. Subrayó varias veces la fecundidad del encuentro (y del debate, si es necesario) entre diferentes generaciones de presbíteros, porque los jóvenes tienen mucho que ganar del contacto con los mayores.

            Después de dos horas de "conversación entre amigos", el Papa saludó personalmente a todos los sacerdotes que se reunieron a su alrededor; luego se dirigió a la Basílica donde estaban reunidos los niños del catecismo parroquial y del colegio San Giuseppe. Una ovación saludó al Santo Padre; todos querían ser escuchados y todos gritaban que amaban al Papa y rezaban por él. Finalmente salió al cementerio, donde lo esperaba una multitud bastante numerosa. También aquí el Papa se detuvo para acariciar a los pequeños que le fueron presentados, para bendecir a todos los presentes. Eran las seis y media de la tarde cuando regresó al Vaticano, cansado pero sonriente.