Era el 21 de junio de 1963 cuando Giovanni Battista Montini fue elegido para la Sede de Pedro. El nombre que quería imponerse como Papa era el de Pablo VI, con una referencia precisa al Apóstol de los gentiles, por quien sentía un profundo amor. En los años de su juventud, fue nombrado asistente eclesiástico de la Federación Universitaria Católica Italiana (Fuci) y luego diputado y prosecretario de la Secretaría de Estado. En 1954 Montini fue llamado arzobispo de Milán, cuatro años antes de su nombramiento como cardenal por el Papa Juan XXIII en 1958.
Gran tejedor del Concilio Vaticano II
El inicio de su pontificado se caracterizó por el deseo de marcar una continuidad con su predecesor, el mismo Juan XXIII que inició el Concilio Vaticano II pero no logró llevarlo a término. Pablo VI lo hizo poniendo en marcha, durante las obras, una sabia obra que condujo, entre otras cosas, a la revocación de las excomuniones mutuas entre Roma y Constantinopla dictadas en 1054. El diálogo dentro de la Iglesia, con las otras religiones y con el mundo y las otras figuras que Los años que caracterizó su gobierno pastoral fueron modernos.
Malnati: “Profeta del signo de los tiempos”
“Montini, ante los problemas contemporáneos, se puso a la luz de los signos de los tiempos y de la fidelidad al Evangelio”, dice dsobre Ettore Malnati, teólogo y profundo conocedor de Pablo VI y de sus obras. Exactamente sesenta años después de su elección, Malnati recuerda que Montini “ya cuando estaba en la Secretaría de Estado, estaba atento al mundo de los trabajadores hasta el punto de acercarse a la perspectiva de los sacerdotes obreros. Cuando se convirtió en arzobispo de Milán, iba a menudo a celebrar en las fábricas al final de sus turnos".