Dejémonos evangelizar "por la humildad del Niño Jesús", de la pobreza y de la esencialidad "en la que el Hijo de Dios entró en el mundo", conscientes de que "sin humildad no se puede encontrar a Dios", y "ni siquiera la propia vecino, el hermano y la hermana que viven al lado." La humildad, que es "la gran condición de la fe, de la vida espiritual, de la santidad", es la "capacidad de saber vivir" "con realismo, alegría y esperanza, nuestra humanidad" amada y bendecida por el Señor. Es comprender que no debemos avergonzarnos de nuestra fragilidad. Sólo la humildad, finalmente, pone a la Iglesia en condiciones de afrontar el camino sinodal "que nos mantendrá ocupados durante los próximos dos años", y permite a la Curia romana dar testimonio de una Iglesia "que escucha al Espíritu y pone sus centro fuera de sí mismo."
Hoy la humildad muchas veces queda relegada al moralismo y pierde su fuerza.
Este es el corazón del mensaje del Papa Francisco a sus colaboradores de la Curia Romana, reunidos esta mañana en la Sala de Bendición para el tradicional intercambio de felicitaciones navideñas. Que siempre es una manera de decir "nuestra fraternidad", sino también "un momento de reflexión y verificación para cada uno de nosotros". “El misterio de la Navidad”, comienza el Papa, es el de Dios “que viene al mundo por el camino de la humildad” en una época que “parece haber olvidado la humildad, o parece simplemente haberla relegado a una forma de moralismo, vaciando de la fuerza explosiva que posee." Pero la palabra humildad. Para Francisco, es el que realmente puede ayudar a "expresar todo el misterio de la Navidad". Los Evangelios "nos hablan de un escenario pobre, sobrio, no apto para acoger a una mujer que está a punto de dar a luz".
Sin embargo, el Rey de reyes viene al mundo no para llamar la atención, sino para despertar una misteriosa atracción en los corazones de quienes sienten la presencia disruptiva de algo nuevo que está a punto de cambiar la historia. Por eso me gusta pensar y también decir que la humildad fue su puerta de entrada y nos invita a cruzarla.
Y añade "de improviso" una referencia a los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, recordando que "no podemos avanzar sin humildad", y no podemos avanzar en humildad sin humillación, que Ignacio nos invita a pedir.