Una amiga mía se confesó porque había faltado a misa el domingo y creía haber cometido un pecado mortal. El sacerdote le dijo que no ir a misa es un pecado grave, pero no mortal. Estoy seguro de que no ir a misa el domingo es pecado mortal, porque viola el tercer mandamiento. ¿O puedes reemplazarlo yendo en un día laborable?
Juan Pablo II, en la exhortación postsinodal Reconciliatio et paenitentia del 2 de diciembre de 1984, quiso recordar que en la doctrina de la Iglesia el pecado grave se identifica con el pecado mortal:
«Siempre es cierto que la distinción esencial y decisiva es entre el pecado que destruye la caridad y el pecado que no mata la vida sobrenatural: no hay término medio entre la vida y la muerte [...] por lo tanto, el pecado grave se identifica prácticamente, en la doctrina y acción pastoral de la Iglesia, con el pecado mortal" (n. 17). Por tanto, no existe una tercera clase de pecado, porque todos los pecados graves son mortales y todos los pecados mortales son graves.
El 8 de diciembre de 1870, el Beato Pío IX proclamó a San José patrón de la Iglesia universal. En momentos difíciles por el acontecimiento histórico de la Iglesia italiana, Pío IX inicia su Decreto con la imagen de José hijo de Jacob que en Egipto reserva el grano en los almacenes para el alimento de ese núcleo inicial del futuro pueblo de Israel. En la "plenitud de los tiempos" Dios envía a su pueblo otro José con la tarea de educar y acompañar a su Hijo Jesús en su estancia en la tierra para adquirir concretamente el sabor de las alegrías y esperanzas de la humanidad.
editado por Graziella Fons
Desde hace algún tiempo se recomiendan momentos de silencio durante las celebraciones litúrgicas. A veces tengo la sensación de un malestar como si fuera un silencio sin alma. Entonces ¿por qué cuando más que una elevación del espíritu es un silencio plúmbeo?
Estamos acostumbrados a vivir en la "Gehena del ruido", como se ha llamado a nuestro tiempo ruidoso que aflige y aturde. Para el camino espiritual, el silencio es un elemento esencial para progresar en una relación profunda con Dios. Si queremos escuchar auténticamente la Palabra de Dios actuando en nuestra conciencia, es necesario emprender un camino educativo, que no se aplica sólo a los monjes. de reclusión. El silencio pasajero de nuestras celebraciones es un silencio estéril y molesto.