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Qué significa la consagración de Rusia y Ucrania

por G. Cantaluppi

PPara quien tiene un corazón "puro", es decir, libre de prejuicios y cierres ideológicos, la grandeza y perfección del Universo, una vez más revelada por el progreso de la ciencia, produce una sensación de asombro, que se transforma en agradecimiento a Dios. Pablo VI escribió: «El hombre reconoce, acepta y ama su ser desde Dios. Es esa actitud la que se llama religión. La religión es, por tanto, la libre ratificación de la relación original criatura-creador. Consiste esencialmente en profesar esta dependencia, esta relación, que clasifica nuestra vida en el orden ontológico y que está en la raíz de nuestro modo de pensar y de actuar" (2 de febrero de 1971).

La dependencia religiosa del Creador se puede expresar  de diferentes maneras, por ejemplo a través de las buenas obras que realizamos, ya que demuestran sumisión a la voluntad divina. La consagración a Dios entra también en el ámbito de la "virtud de la religión" y es expresión de adoración: así lo subraya el Catecismo de la Iglesia católica (n. 2095).

El acto principal de la virtud de la religión es adorar a Dios, es decir, reconocerlo como creador y salvador, amor infinito y misericordioso; igualmente es reconocer la "nada de la criatura", que no existe sino por obra de Dios; es alabarlo, exaltarlo y humillarse, confesando con gratitud que ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo, como María en Magníficat. 

Para la fe cristiana, consagrar significa separar algo o alguien del mundo y encomendarlo a Dios. Es un acto que entra en el ámbito del primer mandamiento, es decir, expresa la adoración debida sólo a Dios y el abandono total a su Providencia.

También tiene una función protectora e implica un camino de arrepentimiento y conversión. La consagración personal se entiende como el compromiso constante y consistente de una o más personas de seguir una determinada línea de conducta fiel a la ley de Dios. 

El Papa Francisco lo subrayó bien en su homilía del 25 de marzo: «No es una fórmula mágica, no, no es eso; pero es un acto espiritual. Es el gesto de entrega plena de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel y sin sentido que amenaza al mundo, se dirigen a la Madre. Como los niños, cuando tienen miedo acuden a su madre a llorar, a buscar protección. Nos dirigimos a la Madre, arrojando miedo y dolor en su Corazón, entregándonos a Ella. Significa poner en ese Corazón claro e incontaminado, donde se refleja Dios, los preciosos bienes de la fraternidad y de la paz, todo lo que tenemos y somos, para que ella, la Madre que el Señor nos ha dado, nos proteja y custodie".

Por nuestra parte, "si queremos que el mundo cambie, primero deben cambiar nuestros corazones". Es el camino para empezar de nuevo a cambiar de rumbo, a convertirnos en "artesanos" de esa paz que, leemos en el acto de confianza, hemos desperdiciado.

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