editado por Gabriele Cantaluppi
El mes de junio está tradicionalmente dedicado a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, también por ser el mes en que se celebra la fiesta litúrgica, el viernes ocho días después de la fiesta del Corpus Cristi.
La devoción al Corazón de Jesús tuvo un gran auge gracias a las revelaciones recibidas de Santa Margarita María Alacoque, en el siglo XVII, y al apostolado de los jesuitas y logró consolidarse frente a la oposición de la corriente jansenista.
El objeto de culto es el Corazón físico de Jesús Pío XII en la encíclica haurietis aquas enseña que «en la devoción al Corazón de Jesús es su Persona divina la que es adorada, su Persona que ha asumido una naturaleza humana y por tanto también un corazón humano. Quien amaba con ese Corazón no era una persona humana, sino divina".
Con su habitual claridad, Santo Tomás de Aquino afirmaba que «adorar la humanidad de Cristo es lo mismo que adorar al Verbo de Dios Encarnado, como honrar el manto de un rey es honrar al rey que lo lleva. Desde este punto de vista, el culto de Cristo a la humanidad es un culto de adoración».
Según Pío XI, la devoción al Corazón de Jesús es «toda la sustancia de la religión y especialmente la norma de una vida más perfecta, como la que guía las mentes por un camino más fácil para conocer íntimamente a Jesucristo e induce a los corazones a amarlo más ardientemente». y más generosamente imitarlo" (Encíclica Miserentissimus Deus, 8 de mayo de 1928).
El cardenal Carlo Maria Martini, presentó así la asociación del Apostolado de la Oración, vinculada al culto del Sagrado Corazón: «Muchas personas sencillas pueden encontrar en el Apostolado de la Oración una ayuda para vivir el cristianismo de manera auténtica. Nos recuerda la invitación de San Pablo: “Por tanto, hermanos, os exhorto, por la misericordia de Dios, a ofrecer vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual”» (Rm 12).
Con respecto a la práctica de los nueve primeros viernes de mes, la Directorio sobre piedad popular y liturgia del dicasterio vaticano para el culto divino y la disciplina de los sacramentos escribe:
«En nuestro tiempo, la devoción de los primeros viernes de mes, si se practica de manera pastoralmente correcta, puede dar todavía indudables frutos espirituales. Sin embargo, es necesario que los fieles sean debidamente educados".
Con su promesa incondicional de misericordia, Jesús ha querido inducirnos a depositar en él toda nuestra confianza, haciéndose garante de nuestra salvación por los méritos de su amantísimo corazón.
Sin embargo, no favorece en modo alguno la presunción de salvarse a bajo precio: las almas sinceramente devotas saben muy bien que nadie puede salvarse sin su libre correspondencia con la gracia de Dios, como resumía san Agustín: «Quien os creó sin tú, no te salvará sin ti".
Pablo VI en el documento Investigabiles divitias Christi, del 6 de febrero de 1969, con motivo del bicentenario de la instauración de la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón, indicaba el punto de llegada de esta devoción: «…por una participación más intensa en el Sacramento del altar, que el Corazón de Jesús, cuyo mayor don es precisamente la Eucaristía», el mayor amor en el que se resumen todos los amores de Jesús por nosotros.