Debemos, por tanto, estar muy atentos a este proyecto, atentos a la llamada que Dios nos dirige en nuestro tiempo, porque es para este tiempo que nos llama a ser protagonistas de una historia personal inmersa en el gran mosaico de la salvación. Descubrir las intenciones divinas en nuestra existencia significa encontrar la fuente de la serenidad y la alegría. En el Santo Evangelio, Jesús nos da la licencia de expertos y capaces de discernir muchas cosas en el mundo material: «Cuando veáis una nube que se eleva desde el oeste, decid inmediatamente: La lluvia viene, y así sucede. Y cuando suena el siroco, decís: hará calor, y así sucede". ¿Por qué dice Jesús que somos expertos en estas cosas? Porque estas cosas nos interesan: es el corazón el que hace que los ojos estén atentos. Cuando el corazón no tiene interés, nada se ve, nada se reconoce; pero quien tiene interés en algo ve las mínimas posibilidades de intervenir y aprovecharlo. Este "corazón que hace que los ojos estén atentos" no tiene un perímetro estrecho, limitado a nuestra esfera personal, sino que a través del bautismo nuestra vida tiene el aliento del mundo y nos ha hecho colaboradores de los sueños de Dios para la humanidad, tanto la dispersa en los continentes que el que vive a nuestro lado.
Entre los signos de los tiempos vemos la niebla de la indiferencia religiosa, el viento frío del rechazo a los demás por el color de su piel, su lengua diferente, etc... Son signos que nos desafían y si tenemos el reino de Dios de corazón, sabemos ver las posibilidades que ofrece este tiempo para su difusión, diferentes a las de los tiempos que lo precedieron. Como siempre, Dios quiere la salvación de todos los hombres e insta incansablemente a los corazones que lo aman, que confían en él, a buscar nuevos medios para difundir su reino de amor.
Pidamos a Jesús que nos dé el discernimiento que nace del corazón, para vivir nuestro tiempo de manera digna de nuestra vocación. En la humildad, en la caridad, en la mansedumbre debemos encontrar hoy los medios para hacer conocer a todos el amor de Dios, su bondad, su misericordia y así difundir su reino, el reino de Cristo, para que el deseo de Dios pueda realizarse rápidamente. Dios: todos, hombres y mujeres, sed felices de vivir y venid a bendecir al autor de la vida. Rezo y quisiera que resuene en el alma de todos el sentimiento de un hombre negro, empeñado en aliviar las miserias del mundo, cuando expresó su felicidad diciendo: «Soy feliz desde el amanecer hasta la noche, por el don de cantar, por el tiempo, el devenir y el dolor [...] soy feliz por mi corazón con las puertas abiertas, son el paso de las maravillas donde los sueños entran desde el tumulto y el rugido como el rebaño al redil por las lluvias y los truenos ".
Que el Dios de la vida sea fuente de serenidad, de alegría y de perenne asombro para todos.