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Cerrado miércoles, de junio de 28 2017 12: 05

Recuperamos la dignidad al final de la vida

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por Bárbara D. 

En las últimas semanas, el diario Avvenire ha dado un amplio espacio al debate sobre el final de la vida, a propósito de la discusión de la ley sobre declaraciones anticipadas de tratamiento, el Dat. Seguí el debate con atención y temor. Sí, inquietud, porque para quienes trabajan en el sector sanitario esta ley es muy esperada. Por supuesto, no creo que una ley pueda eliminar todos los problemas de conciencia en los casos individuales que encontramos todos los días, pero al menos puede orientarnos y apoyarnos en ciertas decisiones difíciles.

Me alegro de que haya políticos y expertos jurídicos que estén trabajando para que no se aprueben enmiendas que de algún modo puedan introducir la eutanasia pasiva en nuestro país; Les agradezco su trabajo porque nunca quisiera encontrarme en la situación de tener que, por ley, aceptar la solicitud de un suicidio asistido. Sin embargo, el término "fin de la vida" es muy amplio y quien quiera abordarlo debe, eso sí, conocer la bioética y las nociones científicas más modernas, pero también pasar tiempo junto a los numerosos enfermos en las salas de los hospitales, en residencias de ancianos, en casa, y escucharlos. 

Haré una pequeña introducción. Comencé mi trabajo como médico hace unos 10 años, con dos años de experiencia en África. Allí experimenté el profundo sentimiento de frustración ante las muertes por injusticia social; Cuántas vidas podrían haberse salvado si hubieran tenido acceso a la atención de un país más avanzado, todavía recuerdo sus caras. Luego regresé a Italia para desempeñar mi trabajo diario: geriatra de hospital. Les aseguro que la frustración que comencé a experimentar aquí, donde todos los tratamientos están disponibles, fue otra, totalmente opuesta: la obstinación terapéutica, la pérdida de la dignidad al final de la vida, una medicina que siempre debe salir victoriosa y por lo tanto debe hacerlo. todo lo posible hasta el final (tal vez porque no queremos sentirnos "responsables" de una muerte), sin escuchar al paciente que, os lo aseguro, "habla" incluso en las fases terminales de la demencia, si sólo queremos Escúchalo a él. Afortunadamente, en los últimos años los cuidados paliativos están adquiriendo cada vez más importancia y muchas asociaciones médicas están avanzando con documentos y directrices que nos ayudarán a elegir el mejor camino clínico en las múltiples formas de enfermedades terminales que cada vez son más numerosas (pensemos en la demencia en fase terminal, insuficiencia cardíaca o respiratoria en fase terminal, etc.).

Por eso no puedo aceptar poner en el mismo caldero la "eutanasia" y los "cuidados al final de la vida". Al hacer esto, caes en la ideología. No se puede decir que "la hidratación y la nutrición" sean "formas de soporte vital necesarias y fisiológicamente encaminadas a nutrir y aliviar el sufrimiento del sujeto en estado terminal". Hay que ser precisos y decir que la situación de un coma vegetativo o un ictus en fase estabilizada es diferente a una situación terminal en una patología crónico-degenerativa. De lo contrario, se creará confusión también entre las familias de los enfermos, que leerán estos lemas y luego se verán obligadas a afrontar decisiones difíciles con muchos escrúpulos. Ciertamente no se debe abandonar a un paciente terminal, pero la alimentación artificial puede ser inútil o incluso perjudicial en la fase terminal. 

Asimismo, incluso se ha demostrado que la hidratación empeora los síntomas en los últimos días de vida. Como cristiano, en mi trabajo me siento obligado a ayudar a las personas en fase terminal a afrontar la muerte con dignidad, con la libertad de incluso decir no a intervenciones médicas que son desproporcionadas para ellos, no porque quieran suicidarse, sino porque ya han llevado su cruz desde hace mucho tiempo y con dignidad y saben comprender cuándo ha llegado el momento de ser llamados a dejar esta vida. En una sociedad donde ya no sabemos cómo afrontar la muerte (les aseguro que cada vez encuentro más familiares de personas mayores de 90 años que tienen dificultades para aceptar la muerte de su familiar, como si nunca hubieran pensado que tarde o temprano esto la vida tiene un final), hay que abandonar la idea de una medicina que lo puede todo y salvar a todos a cualquier precio y pasar a una medicina que pueda acompañar a los enfermos terminales con discreción y respeto. Necesitamos una ley que diga no a la eutanasia, pero que también nos permita dar dignidad a las personas en situación terminal. En esta ocasión, les agradezco Avvenire, donde siempre estoy seguro de encontrar artículos serios, fruto de un periodismo responsable.

(de Avvenire)

Leer 842 veces Última modificación el miércoles 28 de junio de 2017 12:05 horas

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