De nuestros santos he aprendido muchas cosas, y sobre todo de la palabra de Dios. La palabra de Dios, que es Jesucristo, que me ha guiado durante 50 años de sacerdocio. Sin embargo, no sé si podré celebrarlos en este mundo, o ya en el cielo. El 29 de abril se cumple el 50 aniversario de mi ordenación sacerdotal. Hay textos bíblicos que expresan mi experiencia espiritual: "Los caminos de Dios no son nuestros caminos, ni sus pensamientos son nuestros pensamientos". “Todos los caminos de Dios son misericordia y fidelidad”. “Todo ayuda al bien de los que aman a Dios”, incluso el pecado. "Si alguno se siente cansado, que venga a mí y yo le aliviaré". Cristo no nos quita la cruz, sino que nos ayuda a llevarla. «¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación! Él nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que se encuentran en toda clase de aflicciones, con el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios". «Echa al Señor tus angustias y él te sustentará» «En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser».
De nuestros santos he aprendido muchas cosas: de nuestra Santa Madre (Teresa de Ávila) aprendí: «Nada os turbe, nada os espante»; de la misma Madre aprendí lo que dice el libro de su vida, en el capítulo 19: "Dios no se cansa de dar, nosotros no nos cansamos de recibir". De nuestro Padre San Juan de la Cruz aprendí el camino de la fe y que “la mirada de Dios hacia nosotros es amor” y “donde no hay amor, pon amor y nacerá el amor”. De Teresa de Lisieux aprendí: "Cuanto más estés entre los pobres, más te amará el Señor". De Edith Stein aprendí lo que significa la búsqueda de la verdad y que lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios.
Al final de mi vida, lo que experimenté fue sobre todo la gratuidad de Dios: gratuidad de Dios que me dio la vida; gratuidad de Dios que me hizo nacer en una familia muy buena, una familia intacta, una familia unida; gratuidad de Dios que me llamó al Carmelo; la generosidad de Dios que me guió en el camino de mi preparación para la ordenación sacerdotal y la vida religiosa; Gratuidad de Dios ahora en mi enfermedad, en la que hasta los más mínimos detalles son pensados por Él y va hacia ellos. Hermanos y hermanas: entonces seguramente llegará el momento en que todos nos encontremos allá arriba en el Carmelo del cielo, mientras tanto sigamos caminando y poniendo en práctica este maravilloso carisma que Santa Teresa de Jesús y San Juan nos regalaron en el servicio de Dios y de la Iglesia de la cruz.