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Jueves, 30 de enero de 2014 15:26

Creo en un futuro sin fin Filtro

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Con valentía, con las manos llenas de obras de misericordia.

por Gianni Gennari

Todavía en el "Credo". Después de la Resurrección se produce la Ascensión del Señor Jesús "a la diestra del Padre". La última vez sobre la "misión", que es precisamente la primera consecuencia de la Ascensión: el Señor Jesús, Hijo de Dios, Dios mismo e hijo de María, crucificado, muerto y resucitado, hace a sus discípulos testigos de su resurrección, "cf. " también su regreso al Padre, manifestado en el modo propio de su tiempo: Dios "en las alturas". Aquí pues: "Lo que hemos visto con nuestros ojos", para recordar el texto de la Primera Carta de San Juan, se enriquece con la última "visión" actual. es la imagen, contada por ellos mismos, de la "ascensión" al Cielo de Aquel que al mismo tiempo les confía, a través de la voz angelical, la misión del anuncio: "¿Qué hacéis con los ojos hacia el cielo? Ve y anuncia..."

Y así los pobres y asombrados Apóstoles y discípulos, todavía llenos de "miedo" hasta el punto de que todos se refugiaron en el Cenáculo, se encuentran confiados a una misión total, que dura hasta hoy... Su miedo será superado por la el envío, muchas veces prometido y mantenido en Pentecostés, del Espíritu... también es cosa nuestra: en el Bautismo y en la Confirmación hay, precisamente, la invasión del Espíritu Santo en nosotros... Pero esto ya está más allá, en el credo. Ahora le toca el turno al "juicio".

El juicio

En efecto, en nuestro Credo, inmediatamente después del imaginativo relato del "despegue" visible hacia el Cielo y hasta la "diestra del Padre", se anuncia el regreso en "gloria para juzgar a los vivos y a los muerto"... es el tema del "juicio". Escribo el mismo día en que la portada del Osservatore (28/11) lleva esta proclamación del Papa Francisco: "Quien practica la misericordia no puede tener miedo de la muerte".

Por tanto, después del recuerdo de la Ascensión del Señor, su regreso en gloria para el "juicio" final. La misión de los Apóstoles y de todos los discípulos a lo largo de los siglos tiene como objetivo anunciar y poner en práctica, al servicio de todos los hombres llamados a la salvación por la Redención de Cristo, las condiciones en las que el "juicio" es bienvenido en la vida. la Casa del Padre: “Venid, benditos de mi Padre…”.

Aquí está nuestra victoria sobre el miedo a la muerte y, por tanto, también al juicio. La palabra del Papa Francisco, "quien practica la misericordia no puede tener miedo de la muerte", dice mucho, y lo dice todo sobre lo que debe ser nuestra vida, y también la vida de todos los hijos de Dios, cerca o lejos de nosotros, conocidos o no, porque Dios es el creador y padre de todos, y Jesús vino a salvar a todos...

La sentencia, pues. La fe nos dice que acompaña -no sabemos el "cómo", pero sabemos el "qué"- la realidad de morir, y esta afirmación del Papa Francisco nos da la regla esencial y única: "Quien practica la misericordia no puede tener miedo". de muerte”, por tanto también de juicio. Juicio: el llamado "universal" está fuera de nuestro alcance. Podemos imaginarlo con la imaginación de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, pero está más allá de nosotros y más allá del mundo entero. Lo que cuenta entonces es lo que el Catecismo llama el "juicio particular", el juicio personal que acompaña -no sabemos cómo- nuestra muerte, ese fin misterioso de un modo de ser que en la visión de la fe no es sólo "el" fin, sino también “el” fin de nuestra vida misma. La muerte es, de hecho, el "último enemigo", pero también la "hermana", objeto de temor para todos, pero también objeto de deseo y esperanza para los salvados: "Deseo ser liberado y estar con Jesucristo" ( Fil, 1,23).

Nuestra opinion

No hablo aquí de morir, pero a raíz del discurso de Francisco anunciándonos la superación del miedo, vale la pena ir y ver cómo, en la Palabra de Dios, se nos presenta nuestro juicio personal, y por el mismo Jesús. , llamado "particular", el único momento del que depende nuestra salvación.

No hay duda: lo que contará, en el juicio personal que cada uno de nosotros afrontará al morir, no es el "conocimiento" directo y perfecto de Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios anunciado por el Profetas y encarnados en el mismo Jesús, pero su "reconocimiento" en el prójimo para ser amado en sus necesidades: hambre, sed, acogida, preocupación etc... es el anuncio de Mateo 25: salvar a los que aún sin haber conocido perfectamente a Dios en Jesucristo, de hecho han "reconocido" a los demás para amar. La salvación proviene del verdadero amor, que para serlo debe ser de hermanos: es sustancia del Evangelio y del anuncio cristiano y católico de la salvación. La Iglesia, los sacramentos, la presencia del Espíritu Santo en el corazón del hombre "divinizado" si se abandona a su acción santificadora y purificadora, son "gracia" de salvación explícita, pero la raíz de todo es esa palabra que resuena en boca de Francisco: se practica la "misericordia"... La misión de los Apóstoles permanece en el tiempo, permanece el deber de la misión de la que hablamos en el encuentro anterior, y que comienza "de rodillas", porque la salvación no viene de nosotros, sino "de arriba", esa altura en la que el mismo Jesús fue el primero en esconderse de los ojos de los Apóstoles, en la manifestación de su ascensión al Cielo para encargarnos, en la tierra, el anuncio del Cielo, la casa de Dios que se hace nuestra por gracia: “en la tarde de la vida seremos juzgados por el amor” (San Juan de la Cruz). El próximo sobre “Pentecostés”, por tanto sobre el Espíritu Santo…

 

Leer 4488 veces Última modificación el miércoles 05 de febrero de 2014 15:24

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