Estamos en vísperas del cierre de escuelas, el día después del Encuentro Mundial de las Familias en Milán.
Quisiera, y por eso rezo, que mis palabras de esta tarde sean un eco de eternidad que resuene en nuestras almas.
Permaneceremos junto a San José que desde el cielo es nuestro eterno compañero y amigo inseparable.
Así que saludos a todos los oyentes sintonizados en las ondas de Radio Mater. Una caricia particular a los niños y a todas las personas que me escuchan, especialmente a los visitados por el malestar de la enfermedad, y quisiera también pensar y orar por quienes están viviendo el momento dramático y espantoso del terremoto en Emilia.
Intentaremos iluminar e imbuir nuestro sufrimiento con el sentido del amor.
Pero primero me gustaría orar y concentrarme con un pintor frente al lienzo en blanco. Cada encuentro con Dios es una experiencia singular: hablar con Dios también por la intercesión de Jesús, María y San José marca nuestra vida y nos lleva a admirar nuevos panoramas iluminados por la esperanza.
Como Moisés ante la zarza ardiente iluminada por la presencia de Dios Todopoderoso, yo también me pongo ante Dios y le pido que me conceda una mente y un corazón transparentes como el cristal y ardientes como una zarza ardiente.
Prepara, oh Padre, mi corazón para una meditación fructífera, aleja de mí los pensamientos inútiles, los torbellinos de la mente y las trampas del maligno porque en Jesús tú eres el Camino, la Verdad y la vida.
Por favor, oh Padre, haz de mi intelecto un espejo espléndido de tu imagen.
Y tú, Espíritu Santo, dame un rayo de tu sabiduría. Y tú Virgen María y San José, acompáñame en este coloquio para que un rayo de esperanza ilumine a quienes escuchen.