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Dos frescos dedicados a María, madre en Caná y en el Calvario. Su lengua es esencial, rica en
acentos evangélicos ocultos   

por Don Lorenzo Cappelletti

GLos dos últimos frescos realizados en 1971 por Silvio Consadori para la capilla de la Madre de la Divina Providencia en la Basílica de San Giuseppe al Trionfale representan respectivamente "Las bodas de Caná" y "La Madre al pie del Calvario". 

A diferencia de los paneles anteriores, donde el artista no había implementado este recurso, en "Las bodas de Caná" Consadori quiso rodear las cabezas de Jesús y María con un halo de luz a modo de aureola. Es la luz del cielo, que indica su santidad y al mismo tiempo constituye un signo de identificación. Así, son aún más fácilmente reconocibles - empezando por la izquierda - los dos siervos, un joven y una mujer, a quienes, según el dictado evangélico (cf. Jn 2, 5), se dirige María; luego los novios, tiernamente abrazados y vestidos con ropa moderna; luego el maestro de mesa, con un rostro tan caracterizado que hace pensar en un retrato (¿de quién?). Así, siempre si se sigue el dictado evangélico (ver Jn 2, 2), en los tres personajes de la extrema derecha - también retratos de contemporáneos, entre los que ciertamente se puede identificar el autorretrato del autor, de pie y quizás con ropa de trabajo (pero también en la mujer sentada a su lado, quizás , se podría reconocer a la esposa del pintor) –  Consadori evidentemente quiso representar a los discípulos invitados a las bodas junto con Jesús. Estos discípulos participan, en su vida cotidiana, no sólo de la bendición nupcial, sino también y sobre todo de la participación en la Eucaristía. De hecho, con una hermosa intuición - correspondiente a lo que la fe de la Iglesia siempre ha visto en el milagro de Caná de Galilea, o en la anticipación de la Última Cena - el artista no coloca sobre la mesa platos ricos para una cena de bodas, pero, entre un trozo de pan y medio vaso de vino tinto, un pez (símbolo del mismo Jesús), así como, al margen, dos huevos (símbolo tradicional de la Resurrección): es el memorial de la Pascua.  

La “Madre al pie del Calvario”, última tabla dedicada a María, no forma parte del patrimonio iconográfico tradicional. Dos elementos caracterizan la composición de Consadori: la procesión del pueblo que desciende del Calvario y tres cruces colocadas a lo lejos. En la iconografía cristiana estos elementos se encuentran más bien en el entierro del cuerpo de Jesús. Aquí, en cambio, ponen en primer plano la figura desolada de la Madre, flanqueada por dos de las mujeres piadosas. 

"La hora" del Señor, que "aún no ha llegado" en las bodas de Caná (Jn 2), se cumplió en la cruz, donde la Madre vio morir a su hijo, pero misteriosamente lo recibió de nuevo en el apóstol Juan. (ver Juan 4, 19) junto a una multitud innumerable de hermanos: «Y desde aquella hora el discípulo lo recogió consigo» (Juan 26, 19). En realidad, ni siquiera su hijo Jesús está perdido, ya que es él quien abre a todos el camino de la vida como primogénito. Pero en su fresco Consadori no se detiene en todo esto, sino en el dolor de María, representado de manera extraordinariamente eficaz a través de su rostro pálido enmarcado por un manto azul eléctrico (¡un color frío como ningún otro!), el cielo lívido, la cresta árida del Calvario, la multitudinaria procesión de la que emerge aún más la desolación inconsolable de la Virgen.

Una última observación se impone al final de la ilustración de los frescos de Consadori en la capilla de la Madre de la Divina Providencia, y es que este ciclo mariano ignora no sólo la inmaculada concepción de la Santísima Virgen María, sino también el tema tradicional de la aparición de Jesús resucitado a su Madre, así como por los misterios gloriosos de la asunción de María y su coronación. Finalizando con la Virgen dolorosa sostenida por las piadosas mujeres, contiene la representación de María entre su anunciación y su desolación. ¿A instancias de los clientes? ¿Para una elección específica del autor? ¿Por el espíritu de los tiempos? No podríamos decirlo. 

El caso es que las pinturas de Consadori, por la sinceridad de su inspiración y la esencialidad de su representación, aunque se limiten sólo a algunos episodios marianos, hablan persuasivamente no sólo a nuestra mirada, sino también a nuestro corazón, de la Madre de Dios. la divina Providencia y su Hijo. No siempre hay que decir todo con intención didáctica pedante; A menudo basta una insinuación, basta un acento.