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A 50 años de la encíclica Populorum Progressio

por Angelo Forti

«La Iglesia no es una empresa. El Papa no es economista ni siquiera político, por eso comprende perfectamente lo que significa el desarrollo de los pueblos y el crecimiento integral de los pueblos. La Iglesia es "madre y maestra" que se preocupa por el progreso armonioso de sus hijos. 

Han pasado 50 años desde que Pablo VI lanzó la invitación al mundo a invertir perspectivas políticas, sociales y económicas en la dignidad de la persona con sus derechos y en la necesidad de que los Estados garanticen que el progreso esté siempre al servicio de la persona y no convierte al hombre en esclavo de la economía.

En la gran encíclica social Pablo VI, que por primera vez extendió la enseñanza social de la Iglesia a un nivel global, recordó el concepto cristiano de persona, que implica siempre relación e inclusión y no individualismo y exclusiones, denunciando las ideologías que ocultan el deseo de dominar y aplastar a los más débiles.

Ante los representantes de las conferencias episcopales del mundo, de sus comisiones sociales y de "Justicia y Paz", de los representantes de las organizaciones caritativas católicas a nivel internacional y ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa Francisco recordó que hoy es más urgente que nunca promover el desarrollo armonioso de la sociedad y que el progreso no puede depender únicamente del aspecto económico.

La idea de desarrollo humano integral parece ser aún más relevante hoy que en la época de Pablo VI, porque el énfasis sin precedentes de la cultura actual en la dignidad de la persona, en sus derechos y en la necesidad de protegerlos absolutamente, corresponde una grave incertidumbre sobre un criterio que permita establecer con mayor determinación qué es conforme a la dignidad humana y qué compromete la visión cristiana del hombre. 

El Papa Francisco quiso conmemorar ante la Iglesia universal este importante documento pontificio y las intuiciones del Papa Montini sobre el desarrollo de los pueblos a la luz del mensaje de Cristo. 

En su discurso, el Papa Francisco subrayó los puntos esenciales de la encíclica, indicando las urgencias de nuestro tiempo para cultivar una cultura de solidaridad. Como primer compromiso, Francisco recordó: «El deber de solidaridad y de integración nos obliga a buscar las formas correctas de compartir, para que no exista esa dramática desigualdad entre quienes tienen demasiado y quienes no tienen nada, entre quienes descartan y los que son descartados».

Pidió ofrecer “modelos viables de integración social”. «Todos tenemos una contribución que aportar, tanto individualmente como como grupo, si queremos crear una convivencia humana abierta a todos».

El camino obligado es la integración «al desarrollo de todos aquellos elementos que verdaderamente lo hacen así. Los diferentes sistemas: la economía, las finanzas, el trabajo, la cultura, la vida familiar, la religión son, cada uno a su manera, un momento indispensable de este crecimiento. Ninguno de ellos puede ser absoluto y ninguno puede excluirse de una concepción del desarrollo humano integral."

Un paso más en la integración es armonizar "las dimensiones individual y comunitaria". El punto débil de nuestra cultura occidental – subrayó el Papa – «es la exaltación del individuo hasta convertirlo en una isla, casi como si uno pudiera ser feliz solo. Por otra parte, no faltan visiones ideológicas y poderes políticos que han aplastado a la persona, la han estandarizado y la han privado de esa libertad sin la cual el hombre ya no se siente hombre." Esta masificación tiene su origen en los intereses de las potencias económicas que, en lugar de fomentar un mayor reparto entre los hombres, imponen "un mercado global del que ellos mismos dictan las reglas y obtienen los beneficios". 

El Santo Padre puso otro énfasis en otra integración muy importante entre "el alma y el cuerpo", de hecho, "el desarrollo no consiste en tener cada vez más bienes disponibles, sólo para el bienestar material". En Jesús hay el hombre perfectamente realizado, también en la humanidad, y reflejándonos en él conocemos a Dios "Dios se hizo hombre para hacer de la vida humana, tanto personal como social, un camino concreto de salvación". 

Lo hizo con sus gestos de curación, de liberación y de reconciliación que hoy estamos llamados a proponer a tantos heridos al borde del camino, la modalidad de servicio que la Iglesia quiere ofrecer al mundo. Sólo a la luz de las enseñanzas de Jesús podemos comprender "lo que significa un desarrollo 'integral', que no hace injusticia ni a Dios ni al hombre, porque asume toda la coherencia de ambos. En este sentido, el concepto de persona, nacido y madurado en el cristianismo, ayuda a perseguir el pleno desarrollo humano. Porque persona siempre dice relación, no individualismo, afirma inclusión y no exclusión, dignidad única e inviolable y no explotación, libertad y no coacción."

Éste es el camino de la Iglesia, que como madre solícita no se cansará nunca de ofrecer al mundo esta sabiduría y su obra, "consciente de que el desarrollo integral es el camino del bien que la familia humana está llamada a recorrer".

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