Juan Pablo II, que pronto sería "santo", fue un teólogo y devoto de San José
por Tarcisio Stramare
Han pasado 25 años desde que Juan Pablo II, el 15 de agosto de 1989, con ocasión del primer centenario de la encíclica Quamquam pluries de León XIII, promulgara la exhortación apostólica “Redemptoris Custos” (RC). Se trata de un documento doctrinal de gran importancia, que debe ser considerado como la "carta magna" de la teología de San José, de la cual la "parte" que le asignó Dios en el decreto de la Encarnación del Verbo que predestinó a María a En este decreto se incluye también ser madre del Hijo de Dios, San José, "llamado por Dios a servir directamente a la persona y misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad: precisamente de esta manera coopera en la plenitud de los tiempos". el gran misterio de la redención y es verdaderamente 'ministro de salvación'” (RC, n.8). La presencia conjunta de María y José, selladas por el mismo vínculo de caridad, forma parte del misterio de la Encarnación: "Precisamente en este misterio José de Nazaret 'participó' como ningún otro ser humano, a excepción de María, la Madre del Verbo Encarnado. Participó junto con ella, implicado en la realidad del mismo acontecimiento salvífico, y fue custodio del mismo amor, por cuyo poder el Padre eterno 'nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo' (Ef 1,5)” (n. .1). Es muy significativo que en el gran tema de la Redención, desarrollado por Juan Pablo II como leitmotiv doctrinal de su pontificado, San José ocupe conjuntamente el tercer lugar: "Redemptor hominis, Redemptoris Mater, Redemptoris Custos".
La teología de San José parte de su paternidad
En el pasado, la discusión sobre el "principio" de la teología de san José, es decir, sobre la base fundamental de su grandeza, tenía en gran consideración el matrimonio de San José con María Santísima. La RC, rígidamente cristológica, ha optado en cambio por la paternidad de José, que es "una relación que lo sitúa lo más cerca posible de Cristo, fin de toda elección y predestinación (cf. Rm 8,28-29)" (n.7). El significativo inicio del documento, "Redemptoris Custos", quiere subrayar la estrecha relación de san José con la misión salvadora (Guardián del Redentor) de Jesús incluso antes de su vida, en perfecta sintonía con las encíclicas sobre la "Redención".
La preferencia dada al término “tutor” en lugar de “padre” no carece, pues, de significado. Observemos, ante todo, que teológicamente hablando, el título de "padre" está fuera de discusión, porque fue reconocido a José por la misma predicación apostólica, como atestiguan los Evangelios. Lucas lo llama expresamente "padre" dos veces, poniendo también el título en labios de la misma María (cf. Lc 2,48; 2,33).
En la liturgia encontramos el “pater Salvatoris” y también el “pater Verbi”. Por su parte, la RC afirma claramente la paternidad de San José como "consecuencia de la unión hipostática": "Insertada directamente en el misterio de la encarnación, la Familia de Nazaret constituye misma un misterio especial.
Y a este misterio pertenece conjuntamente - como en la encarnación - la verdadera paternidad: la forma humana de la familia del Hijo de Dios - verdadera familia humana, formada por el misterio divino. En él José es el padre: su paternidad no deriva de la generación; sin embargo, no es "aparente" ni sólo "sustitutiva", sino que posee plenamente la autenticidad de la paternidad humana, de la misión paterna en la familia. en ello está contenida una consecuencia de la unión hipostática: la humanidad asumida en la unidad de la Persona divina del Verbo-Hijo, Jesucristo. Junto a la asunción de la humanidad, todo lo humano es también 'asumido' en Cristo y, en particular, la familia, como primera dimensión de su existencia en la tierra. En este contexto se 'asumirá' también la paternidad humana de José» (n.21).
El texto citado es importante por la referencia al misterio de la unión hipostática y la consiguiente santificación de la paternidad y de la familia, temas tan actuales en la pastoral, que deberían buscar aquí su fundamento teológico, que inexplicablemente es soslayado.
La razón por la cual Juan Pablo II prefirió "guardián" a "padre" debe verse en el deseo de resaltar los aspectos menos considerados de la paternidad humana, que no consiste sólo en generar -actividad que debe ser excluida en la generación de Jesús, concebida por el Espíritu Santo-, pero también en la acogida y en la educación, en correspondencia con la dignidad del concebido.
Estos dos aspectos esenciales de la paternidad ponen de relieve en particular que ésta no constituye un derecho absoluto de propiedad sobre el niño, como si fuera un producto, sino que implica un serio deber de "servicio" hacia el desarrollo y la promoción del niño hasta su perfección.
Esto significa que los padres son esencialmente “tutores” y no “amos”. De ahí el papel de san José "llamado a ser custodio del Redentor" (n.1), precisando posteriormente que "fue llamado por Dios a servir directamente a la persona y misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad" (n. 8).