4 de noviembre, obispo, 1538-1584
por Michele Gatta
1562 es el año del punto de inflexión de Carlo Borromeo.
De hecho, se convirtió en el único heredero legítimo de la casa Borromeo, tras la repentina muerte de su hermano Federico. Se pensaba que abandonaría el estado eclesiástico para gestionar la enorme herencia. En cambio, la decisión fue inesperada. Tras seguir un curso de ejercicios del padre jesuita, Ribera se convenció de seguir el ejemplo de fe de hombres ejemplares como Gaetano da Thiene, Ignacio de Loyola y Filippo Neri. Fue ordenado sacerdote y así comenzó su vida de caridad. En el escudo de la familia escribió sólo la palabra "humilitas".
Para cumplir con las indicaciones del Concilio de Trento, que había presidido, que señalaba la residencia de los pastores en su propia diócesis, fue ordenado obispo el 7 de diciembre de 1564 y en enero siguiente tomó la insignia arzobispal para el gobierno de la diócesis. . Antes de abandonar Roma dispuso las cosas para el posible cónclave, haciendo que su tío nombrara 9 nuevos cardenales a favor de la línea de renovación. Pío IV murió a finales de 1565 y en el cónclave que se celebró Carlos obtuvo dos tercios de los votos. Rechazó la elección pero se aseguró de que fuera elegido San Pío V. En la sede de San Ambrosio su actividad no cesó: se rodeó de personas capaces y ejemplares, a menudo tomándolas de órdenes religiosas que a veces se quejaban del "arrebato".
Borromeo fue también un hábil estratega: dividió la gran diócesis en 12 distritos eclesiásticos y varios vicariatos externos, de modo que la organización pastoral llegara a todos. Ciertamente la formación del clero fue una de las actividades más importantes. Fundó varios seminarios mayores y menores, confiando la dirección primero a los jesuitas y luego al instituto diocesano "Oblati di Sant'Ambrogio".
Carlo también fue pastor en sentido estricto. Son emblemáticas sus visitas pastorales... donde además de cuidar la liturgia y los sacramentos, le daba a cada feligres la oportunidad de conferenciar directamente con él.
El afecto de su pueblo fue enorme, y creció dramáticamente durante la peste de Milán en 1576. Mientras el gobernador español huía, Carlos siguió siendo el único punto de referencia, organizando ayuda y consuelo. Durante sus ejercicios espirituales en el Sacro Monte de Varallo tuvo fiebre y quiso regresar a Roma. Murió en Milán el 3 de noviembre de 1584. Pablo V lo declaró santo el 1 de noviembre de 1610.