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José se retira a Egipto para preservar a Jesús y María, sus "tesoros". En las incertidumbres actuales, se debería proponer un "retiro" similar a cada cristiano y a toda la Iglesia. 

de Mons. Silvano Macchi

UEl tercer cuadro del "Evangelio de los Orígenes", del que tomamos el tercero de los misterios de la vida de José, es la página en la que Mateo relata el nacimiento de Jesús en Belén y la visita de los Magos (Mt 2, 1- 12). José no aparece en él, ni el texto hace referencia alguna a él. De hecho, leemos que cuando llegaron los Reyes Magos, «entraron en casa, vieron al Niño con María su madre y, postrándose, lo adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra" (Mt 2). Pero volvemos a hablar de José inmediatamente después de la visita de los Magos, en referencia a su huida, o más bien a su "retirada" a Egipto (Mt 11, 2-13).

Lo primero que se nota en este pasaje, tras la partida de los Reyes Magos y en el que reaparece el tema onírico, es el uso de tres verbos: resucitar/levantarse (dos veces); llevar contigo/cuidar (dos veces); retirarse/huir (una vez). Este último verbo, del que deriva el término "anacoreta", designa no sólo una "salida de la escena", sino también un movimiento apresurado, casi de fuga (para Giuseppe fue una auténtica emigración clandestina, para evitar la furia asesina). de Herodes), y una vez más emerge un identikit preciso. José es quien sueña, se levanta, obedece, cuida responsablemente a María y al Niño y se retira. Después de la revelación del ángel, debe efectivamente levantarse, llevar consigo al Niño y a su madre, huir a Egipto y permanecer aquí hasta nuevo aviso (los apócrifos hablan de una estancia que dura, según los casos, desde los ocho años ).

Por supuesto, el pasaje en cuestión es muy complejo. Todo el género literario de estos primeros capítulos de Mateo presenta no tanto una crónica de hechos, tal vez históricamente problemáticos según algunos estudiosos, sino que se identifica con una midrash, es decir, con una relectura del presente en la memoria del pasado. De hecho, se remite al lector a la historia de Israel, en la que Egipto representó el lugar de "retirada" de los perseguidos, comenzando por el patriarca José y sus hermanos, hasta la historia de Moisés y la esclavitud bajo el Faraón. En definitiva, pretendemos insinuar que lo ocurrido en la historia antigua del pueblo de Dios se repite y se cumple ahora, en el camino de Jesús de Nazaret; o, para usar otras palabras, el Jesús de las "historias de los orígenes" es en realidad Cristo en su plenitud pascual, a partir de su nacimiento.

Aquí también hay un asesino, un perseguidor. Es el cruel Herodes, el enemigo de Dios, cuyo antagonismo asesino está en perfecta dialéctica con la acogida positiva de José (y con la "gran alegría" atribuida a los Magos cuando volvieron a ver la estrella). José es el amigo de Dios, que ofrece su cooperación en el plan divino y por tanto su obediencia. Desde este punto de vista, incluso en este pasaje, es una figura delicatessen.nacido por el evangelista con rasgos constantes, regulares y predecibles (los eruditos bíblicos anglosajones hablan de Personaje plano, es decir, de carácter “plano”, constante). José se muestra en cada ocasión como el perfecto obediente, el tipo de adhesión muy clara a Dios, donde Dios habla (manda) y el hombre (casi sin decir palabra) obedece.

Pero precisamente aquí conviene tener en cuenta que el Papa Francisco ha añadido siete nuevas invocaciones a las Letanías en honor de San José, aprobadas por San Pío X en 1909; entre estos: «Patrón de los exiliados» (Exsulum patrón). Es en referencia a nuestro pasaje bíblico que leemoslleva la extensión del patronato de San José a los exiliados, a los refugiados. Así fueron en realidad San José y toda la Sagrada Familia: exiliados por circunstancias adversas, como les ocurre hoy a muchos hombres, obligados a emigrar a países lejanos, pasando por mil dificultades, con el riesgo real de morir y en ante lo cual el Papa Francisco y toda la Iglesia son muy sensibles. La huida (la "retirada") a Egipto es, por tanto, ante todo una imagen de los perseguidos y refugiados de todos los tiempos.

Sin embargo, respecto a este enfoque, por así decirlo, "humanista" de la huida a Egipto, propongo también otra lectura, a cargo de la Iglesia y de cada creyente, que me parece más acorde con el texto.

Me refiero a la "retirada" de José a Egipto con María y el Niño, sin atribuirle características de hostilidad. El "retiro" que se propone a la Iglesia podría (o quizás incluso "debería") tener características similares. En el pasado prevalecía en la Iglesia una actitud que se limitaba a ofrecer "enseñanzas", a las que se añadían preceptos e imposiciones. A esta actitud siguió la llamada "actualización" actual. Pero lo que falta en este paso del pasado al presente parece precisamente el momento intermedio de la "retirada". Me parece que el "retiro" en nuestro tiempo debe ser de este tipo, abierto a cada católico, pero también a la Iglesia en su conjunto.

Al Papa Francisco le encanta hablar de una Iglesia "en salida". Hablaría también -no de forma alternativa- de una Iglesia que, imitando a San José como patrón universal, también está en "retiro". Seamos claros: no en “huida” del mundo, sino en “retirada” del mundo, “fuera” del mundo, a contracorriente, ajeno y peregrino en este mundo (“En el mundo pero no del mundo”, Jesús dirá a los discípulos en el Evangelio de Juan), busquen a Dios y al mismo tiempo cuiden de María y del Niño: es decir, de todo lo más precioso de la vida, de lo único que no tiene precio.  

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