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Digresiones

editado por Graziella Fons

Levanten la mano los que nunca han visto una película de Don Camillo y del alcalde de Brescello, Peppone. La pasión política de aquellos tiempos animaba muchas tardes de domingo en el cine parroquial, pero también en los últimos tiempos, durante las estaciones cansadas, la hilera de dientes de Fernandel y el bigote del alcalde Gino Cervi reaparecen en los programas de televisión privados. Hace diez años un sacerdote, don Alessandro Pronzato, se propuso «leer a Guareschi en el espejo fiel de su criatura». 

En el panorama literario de Guareschi hay una simpática historia referente a una sombra y un clavo, un huérfano en la pared blanca del salón de juntas del municipio. 

La historia cuenta que el anciano obispo, en visita pastoral a la parroquia, es recibido por el alcalde Peppone. El prelado, al entrar en la sala, observa que «en lo alto, en la pared detrás de Peppone, encima del retrato de Garibaldi, el Crucifijo ya no estaba, pero el Crucifijo había dejado su marca en el yeso que, ennegrecido por todas partes, estaba allí casi blanco ".

«No está pero está...», comenta sonriendo el obispo.

En realidad, Peppone "ha hecho sacar el Crucifijo del Ayuntamiento, pero se lo ha llevado a casa colgado sobre su cama".

Pero luego terminará en el cajón de una cómoda.

Algún tiempo después Peppone enferma y don Camilo va a visitarlo en secreto. Inmediatamente, como "buen pastor", se da cuenta de que el crucifijo ha desaparecido. Durante la conversación, Don Camilo le pregunta a Peppone 

«Aquí hubo una vez algo - dijo con voz clara - ¿Quién se lo llevó?».

«Me lo quitaron - explicó Peppone. Permaneció allí hasta que sólo mi esposa y yo entramos a esta habitación. Luego, con la enfermedad, había un constante ir y venir de gente aquí... Me lo hice quitar cuando vino a visitarme el secretario de la federación provincial”. Ante la sorpresa de don Camilo ante la visita de un dirigente del partido, Peppone responde: «Reverendo, compréndame. No lo hice por Él, sino por la gente. No podía dejar que mis superiores y compañeros me vieran con Él encima de la cama... es una cuestión de dignidad."

«¡Miserable hombre! - gritó don Camilo - ¿Entonces todavía tienes fuerzas para blasfemar? ¿Dónde está el Crucifijo ahora?

«En el cajón superior de la cómoda», respondió Peppone.

Don Camilo se levantó y fue a abrir el cajón superior de la cómoda. Envuelto en papel de seda, encontró el Crucifijo y lo colgó del clavo encima de la cabecera.

Don Camilo dice "al amigo-enemigo": «Él era el único que podía ayudarte y tú lo escondiste: qué estupidez: "Debiste haber imaginado que necesitabas a alguien que te ayudara, no lo despidas, el el único que podría ayudarte”. Una mancha blanca en la pared y un clavo clavado en la pared nos dijeron que "No está ahí pero permanece en el corazón". Esto es lo que más importa.

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