editado por Carlo Lapucci
La plantita es buscada por su singularidad y belleza, pero no es muy fácil de encontrar; quizás por eso sea símbolo de desprecio o reserva. De hecho, le encantan los lugares normalmente apartados, en bosques espesos y umbríos, zonas escarpadas y húmedas y campos de piedra. Mide entre 40 y 90 centímetros de altura. Tozzetti escribe: «Los frutos con cálices, cuando están perfectamente maduros, adquieren un color rojo mínimo [o naranja] brillante. Pasado este tiempo, permaneciendo en la planta en otoño, el parénquima es corroído por la lluvia o por los insectos, y dichos cálices muestran una bella red de fibras leñosas, en cuyo interior se encuentra la baya roja".
El nombre científico es Physalis alkekengi de las solanáceas. El término alkekengi es una palabra procedente del árabe pasando por el español. Antiguamente se llamaba alicàcabo y se ha extendido a las lenguas europeas: alquequenie, cacarangi, alicacabum. Igualmente curiosos son los términos dialectales: hierba cocca, globos, cerezas, alicacabo, pittadonne, roseta de trigo, chinchigero, accatengi, hierba canina, gorro de judío, pimienta de San Vicente, vejiga, cascabeles, solatro, pan del cucco. Algunos nombres también se atribuyen indiscriminadamente a otras especies.
Los globos tienen una forma similar a una linterna y comúnmente se les llama también Linterna de Diógenes. El erudito Diógenes Laercio relata en La vida de los filósofos (Diógenes V) que al filósofo griego le encantaba enseñar con gestos significativos y a menudo caminaba por la ciudad a plena luz del día con una linterna encendida. A quienes le preguntaron por qué caminaba con el sol en el cielo sosteniendo una lámpara encendida, respondió: "¡Estoy buscando al hombre!". Es decir, un "hombre de verdad", digno de ese nombre, que no pudo encontrar, siendo en su opinión muy raro.
La planta, cuya baya se asemeja a una lámpara, debe su nombre a la linterna portátil más famosa de la historia. La leyenda añadió más tarde que, cuando envejeció, Diógenes un día olvidó su lámpara en un bosque y de allí nació la planta.
La baya es del tamaño de una cereza, comestible, diurética, de sabor agridulce, no precisamente excitante, con muchas semillas, poco jugo y poca pulpa. Una vez se hicieron mermeladas con él. Recogido en manojo y colocado en la casa, el espino es muy agradable y con cuidado puede durar incluso varios meses, pero no vale la pena destruir una criatura así, que también es rara y hoy en día también está protegida.