por Tarcisio Stramare
«Sed hijos de vuestro Padre que está en los cielos… Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». «Sed hijos de vuestro Padre que está en los cielos... Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,45.48). La necesidad de Jesús de sus discípulos se revela aquí como extrema, correspondiendo, por otra parte, a la dignidad de "hijos".
Dignidad que él con su Encarnación confirió a toda la humanidad. ¿No debería aplicarse el principio "la nobleza obliga" a Dios que nos dio este regalo? De ello se deduce que un comportamiento similar al de los publicanos y paganos, aunque "correcto", no corresponde a la nueva situación de los "hijos del Padre celestial".
He aquí, pues, la necesidad de "educar" a esta nueva realidad, a través de los medios ordinarios ya preparados por la naturaleza, de los cuales, para el hombre, la familia es el primero. En la exhortación apostólica Redemptoris custos, Juan Pablo II, muy sensible al tema de la familia, no deja de considerar "el sustento y la educación de Jesús en Nazaret": "El crecimiento de Jesús 'en sabiduría, en edad y en gracia' ' (Lc 2,52) tuvo lugar en el seno de la Sagrada Familia bajo la mirada de José, quien tenía la alta tarea de 'criar', es decir, alimentar, vestir e instruir a Jesús en la Ley y en una profesión, de acuerdo con los deberes asignados. al padre” (n.16).
Sigue la tarea de José con la actitud de Jesús: "Jesús, por su parte, 'se sometió a ellos' (Lc 2,51), correspondiendo con respeto las atenciones de sus 'padres'". La importancia de esta relación mutua queda demostrada, finalmente, por su valor salvífico: "De este modo Jesús quiso santificar los deberes de familia y de trabajo que realizaba junto a José".
Todos sabemos la importancia que adquiere para cada hombre su punto de entrada en la vida, concretamente constituido por el tiempo en que vive, el lugar o el ambiente en el que transcurre su existencia, sobre todo por las personas que están en contacto con él en la familia y en el trabajo. Pablo VI vio reflejada en las actitudes de Jesús la larga comunidad de vida que tuvo con San José, que pudo afirmar que "San José es el tipo de evangelio que Jesús, después de dejar el pequeño taller de Nazaret y comenzar su misión como profeta y como maestro, anunciará como programa de redención de la humanidad” (19 de marzo de 1969). Esto significa que el hombre "nuevo", tal como lo entendía Jesús, se había formado en su mente humana durante los muchos años pasados al lado de José, según ese modelo concreto que siempre había tenido ante sí. La presencia continua de este hombre honesto, serio y virtuoso no podía dejar de influir positivamente en Jesús -niño, adolescente, joven y adulto-, fijando en sus ojos la imagen de aquella humanidad que vive "según Dios". Juan Pablo II subraya fuertemente este aspecto: “Ciertamente en la Sagrada Familia de Nazaret no sólo había trabajo, sino que también había una escuela, la primera escuela y la más importante de todas las escuelas. En las escuelas se aprenden muchas cosas, ciencias diferentes e importantes. Pero en la familia se aprende humanidad, se aprende a ser hombre. En este tipo de enseñanza la familia es insustituible. San José fue ciertamente "director" de esta escuela de humanidad. Tuvo el privilegio de poder enseñar la humanidad al Hijo de Dios” (18 de enero de 1981). De hecho, la familia es el lugar donde se produce la "transferencia de valores": "José de Nazaret y Jesús de Nazaret, aquí están juntos. Es un símbolo, algo simbólico y profundo que toca a todas las generaciones. Es casi la transferencia de contenidos, de valores, especialmente humanos, que se hace entre padres e hijos: José y Jesús. Esta es una cadena para preservar, profundizar y enriquecer siempre nuestra humanidad. La realidad nazarena –José, María y Jesús– es una realidad profundamente humana: la familia. Cada familia es el lugar donde se transfiere la tradición humana y cristiana, de todo lo que es de verdad, de todo lo que es bueno, que es bello y por eso sabemos que Jesús creció de niño, de joven, creció después. a José y naturalmente al lado de su madre... Y aquí está José al lado de Jesús, Jesús al lado de José en el banco de trabajo. Jesús aprendió de José, trabajó como carpintero y aprendió a ser judío, hijo del pueblo entre el cual vino a este mundo” (19 de marzo de 1993). La verdadera humanidad de Jesús había exigido el "ministerio" de la educación, que él aceptó en consecuencia: "Se podría pensar que Jesús, poseyendo en sí la plenitud de la divinidad, no necesitaba educadores. Pero el misterio de la encarnación nos revela que el Hijo de Dios vino al mundo en una condición humana completamente similar a la nuestra, salvo el pecado (cf. Hebreos 4,15:XNUMX). Como ocurre con todo ser humano, el crecimiento de Jesús, desde la niñez hasta la edad adulta (cf. Lucas 2,40), necesitaba de la acción educativa de sus padres. El Evangelio de Lucas, particularmente atento al período de la vida oculta, narra que Jesús en Nazaret fue sometido a José y María (cf. Lc 2,51, XNUMX). Esta dependencia nos muestra la disponibilidad de Jesús para recibir, abierto a la obra educativa de su Madre y de José, que llevaron a cabo su tarea también en virtud de la docilidad que mostraba constantemente... Junto a la presencia materna de María, Jesús pudo contar con la figura paterna de José, un hombre justo (cf. Mt 1,19), que aseguraba el necesario equilibrio en la acción educativa. Ejerciendo el papel de padre, José cooperó con su esposa para hacer de la casa de Nazaret un ambiente propicio para el crecimiento personal y la maduración del Salvador de la humanidad. Luego, al iniciarlo en el duro trabajo de carpintero, José permitió a Jesús entrar en el mundo del trabajo y de la vida social. Los pocos elementos que ofrece el Evangelio no nos permiten conocer y evaluar plenamente las modalidades de la acción pedagógica de María hacia su divino Hijo. Seguramente fue ella, junto con José, quien introdujo a Jesús en los ritos y prescripciones de Moisés, en la oración al Dios de la Alianza, mediante el uso de los Salmos, en la historia del pueblo de Israel centrada en el éxodo de Egipto.
Los padres, en efecto, no son sólo principio de generación y de existencia, "sino también de educación e instrucción", teniendo en cuenta, como enseña Santo Tomás, que "la descendencia no se llama bien del matrimonio sólo en cuanto se genera a través de él, sino en la medida en que es acogido y educado en el matrimonio". Qué importante es que la familia recupere su identidad para ejercer eficazmente su papel de "escuela de humanidad".