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del cardenal Ennio Antonelli

Amoris Laetitia ha tenido interpretaciones opuestas entre pastores, teólogos y trabajadores de la comunicación social. La pregunta surge espontáneamente: con respecto a la doctrina y la práctica tradicionales (en particular con respecto a la Familiaris Consortio de San Juan Pablo II) ¿hay continuidad, ruptura o novedad en la continuidad?

El capítulo más comentado es el octavo, titulado "Acompañar, discernir e integrar la fragilidad" (nn. 291-312). Son situaciones irregulares; pero al Papa no le gusta esta palabra (cf. Catequesis 24 de junio de 2015); prefiere hablar de «situaciones de fragilidad o imperfección» (AL, 296). Considera la pobreza existencial, en particular «la soledad, resultado de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones» (AL, 43), una forma de pobreza más grave que la pobreza económica (un poco como la Madre Teresa de Calcuta consideraba no sentirse amado como la mayor pobreza). Debemos prestar atención a los heridos de la vida llenos de misericordia y tratar de integrarlos en la Iglesia, aunque de manera diferente (cf. AL, 297). Por ejemplo, las situaciones de matrimonio civil o de simple convivencia deben transformarse "en oportunidades para el camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio" (AL, 294).

Debemos ser firmes en proponer la verdad y al mismo tiempo acoger a todos, especialmente a los pecadores, a imitación de "Jesús, que al mismo tiempo propuso un ideal exigente y nunca perdió su cercanía compasiva a personas frágiles como la samaritana o la mujer adúltera" (AL, 38). «De la conciencia del peso de las circunstancias atenuantes -psicológicas, históricas e incluso biológicas- se desprende que, sin disminuir el valor del ideal evangélico, debemos acompañar con misericordia y paciencia las posibles etapas de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día. día, dejando lugar a la misericordia del Señor que nos estimula a hacer lo mejor que podemos" (AL, 308). Ni rigorismo doctrinario; ni laxitud imprudente o práctica divorciada de la verdad (cf. AL, 2; 3; 300).

En primer lugar, quiero subrayar que la doctrina no cambia: "Nunca penséis que estamos tratando de reducir las exigencias del Evangelio" (AL, 301). Tampoco cambia la regulación general de los sacramentos: "es comprensible que no se espere del Sínodo ni de esta Exhortación una nueva regulación general de tipo canónico, aplicable a todos los casos" (AL, 300).

En sintonía con el Evangelio (cf. por ejemplo Mc 10, 8-9. 11-12) y con la enseñanza de la Iglesia, Amoris Laetitia reitera que el matrimonio cristiano es indisoluble (cf. AL 292; 307), que el divorcio es un mal grave, muy extendido y preocupante (cf. AL 246), mientras que la nueva unión de divorciados es un grave desorden moral (cf. AL, 291; 297; 305). También se debe ayudar a las personas divorciadas que conviven o se han vuelto a casar a tomar "conciencia de la irregularidad de su situación" (AL, 298). «Evidentemente si alguien hace alarde de un pecado objetivo como si fuera parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, no puede pretender hacer catequesis o predicar, y en este sentido hay algo que lo separa de la comunidad. Necesita volver a escuchar el anuncio del Evangelio y la invitación a la conversión" (AL, 297).

La enseñanza de la verdad objetiva en Amoris Laetitia sigue siendo la misma de siempre. sin embargo, se mantiene en segundo plano como requisito previo. Se pone en primer plano el único sujeto moral con su conciencia, sus disposiciones internas, su responsabilidad personal. Por este motivo no es posible formular un reglamento general; sólo se puede fomentar "un discernimiento personal y pastoral responsable de los casos particulares" (AL, 300).

En el pasado, en la época del cristianismo, toda la atención se prestaba a la verdad moral objetiva, a las leyes generales. Se presumía que quien no respetaba las normas era gravemente culpable. Esta fue una evidencia común, compartida pacíficamente. Los divorciados en segundas uniones causaban escándalo, porque ponían en peligro la indisolubilidad del matrimonio. Por eso fueron marginados por la comunidad eclesial como pecadores públicos.

Más recientemente, en tiempos de secularización y revolución sexual, muchos ya no comprenden el significado de la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad. Se cree ampliamente que las relaciones sexuales consentidas entre adultos son legítimas, incluso fuera del matrimonio. Se puede plantear la hipótesis de que algunas personas viven en situaciones objetivamente desordenadas sin plena responsabilidad subjetiva. Por tanto, es comprensible que san Juan Pablo II haya considerado oportuno animar a los divorciados vueltos a casar a implicarse más en la vida de la Iglesia (pero excluyendo algunas tareas) y a encontrar la misericordia de Dios "de otras maneras". diferente de la reconciliación sacramental y de la Eucaristía (Reconciliatio et Poenitentia, 34), a menos que se comprometan a observar la continencia sexual.

El Papa Francisco, en un contexto cultural aún más avanzado de secularización y pansexualismo, va aún más lejos, pero en la misma línea. Sin silenciar la verdad objetiva, centra la atención en la responsabilidad subjetiva, que en ocasiones puede verse disminuida o anulada. Acentúa fuertemente el mensaje de misericordia y explora las posibilidades de una mayor integración en la Iglesia, basándose en el principio de gradualidad, ya enunciado por san Juan Pablo II en Familiaris Consortio (FC, 34). Cita textualmente la formulación de su predecesor: «(el hombre) conoce, ama y realiza el bien moral según etapas de crecimiento»; luego explica: «(implica) una gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres en sujetos que no están en condiciones de comprender, apreciar o practicar plenamente las exigencias objetivas del derecho» (AL, 295). El Papa, refiriéndose a Santo Tomás de Aquino, ve el derecho natural, no como un conjunto de reglas dadas a priori y simplemente para ser aplicadas en decisiones concretas, sino como una fuente de inspiración (cf. AL, 305), así de más general ( intuitivas), descendemos a las normas más concretas y finalmente a los casos individuales (cf. AL, 304) a través de la reflexión racional y el juicio prudencial. La doctrina es responsable de las normas; para los casos individuales se requiere discernimiento a la luz de las normas y la doctrina (AL, 79; 304 a partir del título “Las normas y el discernimiento”). Este proceso dinámico puede verse influido por condiciones que disminuyen o incluso anulan la imputabilidad del acto humano desordenado (cf. AL, 302). En definitiva, pueden reducirse a tres tipologías: ignorancia de la norma, incomprensión de los valores en juego, impedimentos percibidos como ocasión de otras faltas (cf. AL, 301). Este enfoque no difiere de la tradición: siempre se ha dicho que para cometer pecado mortal se requiere no sólo una materia grave (desorden objetivo grave), sino también una conciencia plena y un consentimiento deliberado (cf. Catecismo de San Pío). La novedad de Amoris Laetitia reside en la amplitud de aplicación que se da al principio de gradualidad en el discernimiento espiritual y pastoral de los casos individuales. Se pretende dar un testimonio eclesial más atractivo y persuasivo del evangelio de la misericordia divina, consolar a las personas espiritualmente heridas, apreciar y desarrollar, en la medida de lo posible, las semillas del bien que se encuentran en ellas.

Considerando la dinámica del discernimiento, el Papa Francisco vislumbra la posibilidad de una integración progresiva y más plena en la vida eclesial concreta de las personas en situación de fragilidad, para que experimenten cada vez más, y no sólo sepan, que es hermoso ser Iglesia ( cf. AL, 299). Después de un adecuado discernimiento pastoral, podrán encomendar diversas tareas de las que antes estaban excluidos, pero "evitando cualquier ocasión de escándalo" (ibid.).

El discernimiento personal y pastoral de los casos individuales "debe reconocer que, como el grado de responsabilidad no es el mismo en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no tienen por qué ser siempre los mismos" (AL, 300). «Ni siquiera en lo que respecta a la disciplina sacramental, ya que el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay falta grave» (AL, nota 336). «Por condicionantes o atenuantes, es posible que, dentro de una situación objetiva de pecado –que no es subjetivamente culpable o no plenamente- se pueda vivir en la gracia de Dios, se pueda amar y también se pueda crecer en la vida de gracia y caridad, recibiendo para ello la ayuda de los sacramentos" (AL, nota 351). Por tanto, el Papa también abre una ventana de oportunidad para la admisión a la reconciliación sacramental y a la comunión eucarística. Pero ésta es una sugerencia hipotética, genérica y marginal. Volveré al tema más tarde.

El propio Papa es consciente de los riesgos que implica avanzar por este camino: «Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesús quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu difunde en medio de la fragilidad: una madre que, en el mismo momento en que expresa claramente su enseñanza objetiva, no renuncia al bien posible, aunque corre el riesgo de ensuciarse con el barro del camino" (AL, 308). Se pueden prever riesgos y abusos tanto entre los pastores como entre los fieles, por ejemplo: confusión entre responsabilidad subjetiva y verdad objetiva, entre ley de la gradualidad y gradualidad de la ley; relativismo moral y ética situacional; evaluación del divorcio y de la nueva unión como moralmente legítimos; desaliento de la preparación al matrimonio, desmotivación de los fieles separados, acceso a la Eucaristía sin las provisiones necesarias; dificultades y perplejidades de los sacerdotes en el discernimiento; incertidumbre y ansiedad entre los fieles.

Es necesaria una mayor orientación por parte de la autoridad competente para una implementación prudente. El camino es estrecho y los casos individuales sólo pueden ser realmente excepciones; Lo mostraré más adelante en mi discurso.

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