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creo entender

“Creo... que lo lograré”: así respondí al Director que me pidió que intentara escribir por entregas una especie de comentario-explicación sobre el “Credo” que recitamos en cada Misa. Formula con palabras humanas nuestro asentimiento de fe en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo y en la Iglesia, en esta vida terrena que es también tiempo de preparación y espera de la vida eterna. Es una fe que no irá más allá de la vida terrenal. En el eterno ya no "creeremos" porque "veremos", y todo será diferente, aunque nadie pueda pretender imaginar cómo. En efecto, "el ojo humano nunca ha visto, el oído humano nunca ha oído, el corazón humano nunca ha podido prever lo que Dios tiene preparado para los que le aman" (I Cor. 2, 9).
El verbo "creer". Así que comencemos con la palabra "yo creo". Lo decimos muchas veces en nuestros días: Creo que lloverá... Creo que está bien... Creo que falta poco para que llegue el tren... Creo que lo recuerdo bien... Creo que así es. También hay un uso más personal de la creencia, que por ejemplo encontramos cuando dirigiéndonos a una persona le decimos "te creo", refiriéndose a algo que nos ha comunicado...

 

Las creencias. Pero pensándolo bien, nos damos cuenta de que, en última instancia, toda nuestra vida se compone de cosas que "creemos" que es correcto pensar, decir, hacer, prometer, desear, lamentar, esperar, etc. Es un complejo de cosas y actitudes que afectan a casi todo, y si conciernen a algo que no está sólo en la superficie banal de nuestra existencia se les puede llamar "creencias", es decir, realidades, ideas, valores o comportamientos para a los que nos adherimos espontáneamente, a los que nos resulta natural estar de acuerdo, y a veces incluso comunicarlos a los demás...
Y luego puede haber muchas "creencias" en nuestra vida. Para ellos siempre podemos utilizar también el verbo "creer", pero con un significado que va más allá de lo cotidiano, que hemos visto anteriormente. Los estudiosos de la sociedad a lo largo de los siglos las han llamado "creencias" y son aquellas creencias que producen actitudes particulares en la mente y las acciones de las personas. Pensemos en aquellas creencias de las que se originan determinadas prácticas sociales, a veces incluso genéricamente religiosas, pero no sólo, y en cuya base se encuentran costumbres tradicionales, creencias personales o grupales que precisamente producen comportamientos que se transmiten en el tiempo. Cada pueblo tiene sus "creencias", y se podría decir cada familia, incluso cada persona, sólida o inconsistente, razonable o absurda, contradictoria o equilibrada, etc.
Pero cabe señalar que en todos estos usos el verbo "creer" se combina con algo más, necesita una especificación que dé un significado concreto al verbo, y no cambie el significado de la vida del hablante, sino sólo las circunstancias y actitudes concretas, por lo tanto no tiene el valor máximo, el que da un sentido último a toda la vida. Sólo la “fe” hace esto.
Fe. Aquí estamos en un nivel diferente, donde encontramos otro uso del verbo creer, afirmativo o negativo, pero sin especificaciones. Si escuchamos "creo" o "no creo", es un sentido diferente, y ese "creer", usado de manera absoluta, es radicalmente diferente.
“Creo”, entonces… Para nosotros es la expresión de la “fe”, nuestra fe cristiana y católica en ese asentimiento que otros dieron por nosotros en el momento de nuestro Bautismo, que luego reiteramos en nuestra Confirmación, que repetimos en cada celebración eucarística y que llega a nuestros labios, o a nuestra mente, o a nuestro corazón en los momentos decisivos de nuestra vida. Una fe que luego cambia de sentido, o mejor dicho -y lo veremos poco a poco- se encuentra dando sentido a todo lo que no sólo hacemos, esperamos, esperamos, sino que somos, y también a lo que será.
Es la fe expresada en nuestro "Credo", que proviene de la revelación judeo-cristiana, y que a lo largo de los siglos se ha transmitido como vínculo que une a la Iglesia de Cristo. Por esta razón, una divergencia de fe - fe real, evidentemente, cosas nada cuestionables en la libertad cristiana - produce la ruptura de la propia Iglesia, y se llama "herejía", que significa precisamente "laceración" de un solo cuerpo, "separación". de lo que debe permanecer unido.
Y paralelamente existe también otro uso absoluto del verbo creer. Cuando dices “¡No lo creo!” queremos afirmar la ausencia de fe en Dios, y en general, es decir, precisamente de esa fe que afirmamos presente cuando decimos "yo creo". Pero entonces, para comprender mejor la esencia de la cuestión debemos remontarnos a la fuente de donde surgió el anuncio que para nosotros ha expresado nuestra fe a lo largo de los siglos, la fe judeocristiana, y cómo se manifestó y se manifiesta hoy en la Iglesia Católica.
Por lo tanto, será hora de abrir la Biblia, nombre que en griego significa "el Libro", o "los Libros", y que para nosotros contiene lo que hoy llamamos el "Primer Testamento", antes llamado "Antiguo", todavía un nombre legítimo, pero también “Antiguo”, con una especie de relegación al pasado y pérdida de valor, que era mejor empezar a evitar… y el “Segundo Testamento” (al que también llamamos “Nuevo”). Para utilizar un término que reúna todo diremos "Escritura", un término muy frecuente en la propia Biblia, por lo tanto no es una invención de los tiempos modernos, utilizado por el mismo Jesús y luego por Pablo en muchos pasajes bíblicos.
La fe bíblica, pues, de los "Dos Testamentos", es el punto de llegada de este primer encuentro, y será el punto de partida más amplio y explícito del segundo.
Un primer punto de partida para concluir aquí: en el "Primer Testamento", y por tanto en la lengua hebrea, la fe se expresa mediante dos formas verbales: "Batàh" y "Aman". La primera forma, "batàh", indica una realidad en la que se puede confiar muy sólidamente, una "certeza" de proyecto sobre la cual construir todo lo que de él puede derivarse, roca de seguridad para toda la vida, en su esencia y significado último: solidez absoluta y estabilidad para siempre, sin fracaso, sin riesgo de decepción...
Fe en el Dios de Abraham, de Moisés y de los profetas que gobernaron toda la historia del Pueblo Elegido, y que en la venida del Mesías da base definitiva al plan de la Promesa, de la Alianza firmada para siempre, en una forma que nunca termina...
Existe también la segunda forma, sin embargo, expresada por el verbo "Amàn" - el que nos hace decir "Amén" - e indica una realidad diferente de la persona, que está en movimiento, en un impulso de confianza que le hace caminar. adelante, en la "seguridad" sentida y profesada hacia Aquel a quien se confía en el presente, en el futuro y para siempre.
Solidez en el Batàh, impulso en Amán: el Dios revelado en la Alianza del Sinaí y en el Templo, y luego dado en la encarnación del Hijo, es a la vez roca de fidelidad sobre la que construir la historia del pueblo y la vida. de cada uno, y refugio materno-paterno en las dificultades de la existencia terrena de cada uno de sus "hijos", llamados, salvados, defendidos y finalmente glorificados...
Cuando digo "creo", es en ese Dios, revelado y dado, que baso mi vida, y es hacia ese Dios, revelado y dado, hacia donde va el impulso de toda mi persona. Y la afirmación misma es Su gracia, un don gratuito de Su parte, y libremente aceptado por mi parte... Un "Amén" es apropiado aquí. Hasta la proxima vez.

 

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