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Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasado miércoles iniciamos el ciclo de catequesis sobre la figura de San José - el año dedicado a él llega a su fin [terminado el 8/12/2021 edición]. Hoy continuamos este camino centrándonos en su papel en la historia de la salvación.

A Jesús en los Evangelios se le llama "hijo de José" (Lc 3,23; 4,22; Gv 1,45; 6,42) e «hijo del carpintero» (Mt 13,55; Mc 6,3). Los evangelistas Mateo y Lucas, al narrar la infancia de Jesús, dan espacio al papel de José. Ambos componen una "genealogía", para poner de relieve la historicidad de Jesús. Mateo, dirigiéndose sobre todo a los judeocristianos, parte de Abraham para llegar a José, definido como "el marido de María, de quien nació Jesús, conocido como el Cristo". nació" (1,16, 3,23). Lucas, en cambio, se remonta a Adán, partiendo directamente de Jesús, que "era hijo de José", pero precisa: "como se pensaba que era" como tal (XNUMX). Por tanto, ambos evangelistas presentan a José no como un padre biológico, sino en todo caso como el padre pleno de Jesús. A través de él, Jesús realiza el cumplimiento de la historia de la alianza y de la salvación entre Dios y el hombre. Para Mateo esta historia comienza con Abraham, para Lucas con el origen mismo de la humanidad, es decir, con Adán.

El evangelista Mateo nos ayuda a comprender que la figura de José, aunque aparentemente marginal y discreta, en la segunda línea, representa en cambio una pieza central en la historia de la salvación. Giuseppe vive su protagonismo sin querer jamás apoderarse de la escena. Si lo pensamos bien, «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por gente corriente –normalmente olvidada– que no aparece en los titulares de periódicos y revistas […]. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, maestros, muestran a nuestros hijos, con pequeños gestos, con gestos cotidianos, cómo afrontar y navegar una crisis reajustando hábitos, elevando la mirada y estimulando la oración. Cuántas personas oran, ofrecen e interceden por el bien de todos" (Carta Apostólica. Corde Patris, 1). Así, todos pueden encontrar en San José, el hombre que pasa desapercibido, el hombre de presencia diaria, de presencia discreta y escondida, intercesor, apoyo y guía en los momentos de dificultad. Nos recuerda que todos aquellos que aparentemente están ocultos o en la "segunda línea" tienen un papel incomparable en la historia de la salvación. El mundo necesita de estos hombres y mujeres: hombres y mujeres de segunda línea, pero que apoyen el desarrollo de nuestra vida, de cada uno de nosotros, y que nos apoyen con la oración, con el ejemplo, con la enseñanza en el camino de la vida.

En el Evangelio de Lucas, José aparece como el guardián de Jesús y María. Y por eso es también guardián de la Iglesia: pero, si fue guardián de Jesús y de María, también trabaja ahora que está en el cielo, y sigue siendo guardián de la Iglesia en este caso; porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo la maternidad de María está presagiada en la maternidad de la Iglesia. José, sigue protegiendo a la Iglesia – no lo olvides: hoy, José protege a la Iglesia – continúa protegiendo al Niño y a su Madre" (ibídem., 5). Este aspecto de la custodia de José es la gran respuesta a la historia del Génesis. Cuando Dios le pide cuentas a Caín por la vida de Abel, él responde: "¿Soy yo el guardián de mi hermano?" (4,9). José, con su vida, parece querer decirnos que estamos siempre llamados a sentirnos custodios de nuestros hermanos, custodios de quienes están a nuestro lado, de quienes el Señor nos confía a través de muchas circunstancias de la vida.

Una sociedad como la nuestra, que se ha definido como “líquida”, porque parece no tener consistencia... Corrijo a ese filósofo que acuñó esta definición y digo: más que líquida, gaseosa, una sociedad propiamente gaseosa. Esta sociedad líquida y gaseosa encuentra en la historia de José una indicación muy precisa de la importancia de los vínculos humanos. De hecho, el Evangelio nos cuenta la genealogía de Jesús, además de por una razón teológica, para recordarnos a cada uno de nosotros que nuestra vida está hecha de vínculos que nos preceden y acompañan. El Hijo de Dios, para venir al mundo, eligió el camino de las ataduras, el camino de la historia: no descendió al mundo mágicamente, no. Recorrió el camino histórico que todos recorremos.

Queridos hermanos y hermanas, pienso en muchas personas que luchan por encontrar conexiones significativas en sus vidas, y por eso mismo luchan, se sienten solas, no tienen la fuerza y ​​el coraje para seguir adelante. Quisiera concluir con una oración que les ayude a ellos y a todos nosotros a encontrar en San José un aliado, un amigo y un apoyo.

San José

vosotros que habéis conservado el vínculo con María y con Jesús,

ayúdanos a cuidar las relaciones en nuestras vidas.

Nadie experimenta esa sensación de abandono.

que viene de la soledad.

Cada uno se reconcilia con su propia historia,

con los que le precedieron,

y también reconocer los errores cometidos

un camino por el que se abrió camino la Providencia,

y el mal no tuvo la última palabra.

Muéstrate amigo de los que más luchan,

y cómo apoyaste a María y a Jesús en los momentos difíciles,

así que también nos apoyas en nuestro viaje. Amén.

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