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La disminución de las vocaciones sacerdotales en Italia y la oración por los "trabajadores de la cosecha"

Los números son fríos y a veces despiadados, pero representan bien la realidad, sin pantallas ni adornos. Hace algunos meses apareció un informe sobre los seminaristas en Italia; Dice que la preparación para el sacerdocio en nuestro país ha disminuido un 28% en diez años. En 2019 había 2.103 seminaristas en los seminarios de Italia, mientras que en 1970 (hace cincuenta años) eran 6.337, con una disminución del 60% en medio siglo.

El periódico secular La Prensa tituló así uno de sus artículos: «¿Se está convirtiendo en una amenaza real la hipótesis de una Iglesia sin clero?». No pretendemos responder a esta pregunta. Sólo queremos volver a proponer como remedio la indicación del Evangelio, donde Jesús dice: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Lucas 10:1). Por ello queremos preguntar a los lectores sobre Santa Cruzada añadir también a sus oraciones la petición de "obreros" para la viña que es la Iglesia.

¿Cómo debe ser nuestra oración? No un eco vacío de palabras, sino una luminosa oración de fe. Jesús quedó impresionado por la historia del centurión que le hizo exclamar: "¡En Israel no he encontrado a nadie con tanta fe!". (Mt 8, 10), o la de la mujer cananea, a la que Jesús respondió: «¡Mujer, verdaderamente grande es tu fe! Que te sea hecho como deseas" (Mt 15, 28). Debemos hacer que nuestra oración por los "obreros" del Señor fluya firmemente desde la fe, porque Jesús nos ha mostrado este camino; el resto está en sus manos.

Una oración por las vocaciones sacerdotales sólidamente ancladas en la fe debe surgir de un pueblo creyente que pide ministros de Dios como tales, por el significado que tiene su presencia entre sus hermanos. Quiero decir que, en mi opinión, sería una oración carente de fe pedir sacerdotes para otros fines, para otras misiones distintas de la que el Señor les ha encomendado. De hecho, sucede que el sacerdote es apreciado y buscado por su capacidad organizativa, por su capacidad de reunir comunidades a su alrededor, por su función social o incluso caritativa, por su papel educativo... ¡Acciones todas admirables, seamos claros! pero la verdadera función sacerdotal es su presencia en la Iglesia en persona Christi, por «la presencia de Cristo como Cabeza de la Iglesia [que] se hace visible entre la comunidad de los creyentes» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1549). En palabras más simples: los cristianos deben pedir sacerdotes porque realmente sienten la necesidad de su ministerio.  Sin embargo, una observación parece clara, aunque amarga: por ejemplo, respecto al ministerio del perdón y al sacramento de la Penitencia, que es el ministerio propio de los sacerdotes, debemos reconocer que hay  más que suficiente, ya que los confesionarios están desiertos de penitentes. Etcétera...

Por eso debemos, efectivamente, orar con insistencia al Señor de la mies para que envíe trabajadores, pero debemos hacerlo porque sentimos verdaderamente la necesidad de su función, la de ministros de Cristo.

 

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