por Gianni Gennari
«Cuando el guardián ve venir al lobo, deja las ovejas y huye, porque las ovejas no son suyas.» (Jn 10, 12)
En presencia insistimos en esta realidad del Señor; ¡Él conoce a sus ovejas! ¡Es la realidad de nuestra pertenencia! Hoy la reflexión se desplaza hacia la posibilidad de no pertenecer. Entra al campo un guardia, a quien se le paga. Y ser pagado significa básicamente el reconocimiento de la no pertenencia, de la no propiedad. No me pueden pagar por mirar lo que me pertenece, porque son mis cosas, porque son cosas que me interesan. Sólo cuando se crean relaciones de dependencia y existe una relación de alteridad entra en juego la remuneración.
Aquí: si hay una actitud contraria a la realidad de la fe es la actitud comercial, aquella en la que se espera algo más allá de la realidad misma de la vida y del amor. El que ama, ama para amar, no para recibir. El que cree, cree para creer, no para ser recompensado. es el gran tema radical de la gratuidad que transforma todo en don. El guardián, que quiere que le paguen, no ama a las ovejas, no le importan las ovejas, tanto que en cuanto llega el lobo huye. Las ovejas no son suyas. Sólo cuando lo que se nos ha confiado es una y la misma cosa para nosotros, no podemos escapar, nadie puede escapar de sí mismo. Nadie puede vivir sin amor.
Por eso el propósito fundamental de esta reflexión es eliminar de nuestras vidas todo lo que sea interés, todo lo que corresponda a la mentalidad comercial, todo lo que sea necesidad de acumulación. No estamos hechos para acumular, estamos hechos para amar, no estamos hechos para recibir, estamos hechos para dar. Por supuesto, en la medida en que quien da de verdad también recibe, porque el amor es la recompensa del amor mismo. La alegría de amar está presente en el amor, como aquí abajo siempre está presente el sufrimiento en el amor verdadero, y ya es algo que hace que el amor se sienta satisfecho de sí mismo. Y si hay una cosa, una realidad, una vida que nos ha demostrado que el amor no busca recompensa, es precisamente la vida del Señor Jesús, es precisamente el modo en que pasó entre nosotros, su maravillosa realidad de ternura. , de misericordia, de cercanía, de don, y también de sufrimiento, de cruz, de muerte y finalmente de resurrección.
es importante: Jesús no murió por morir; murió porque sabía que la única manera de hacer comprender a nuestra tardía, lenta e incrédula realidad espiritual que él realmente nos amaba era demostrárnoslo con el don de su vida. Esta realidad del amor pleno, sin esperar otra cosa que la libertad de amar y por tanto de ser amado a cambio, y de continuar en este intercambio de amor libre que es la sustancia de una vida digna de ese nombre.
Aquí: Espero que hoy quienes me leen puedan disfrutar de la gratuidad al menos en algunos momentos de su existencia. Amar sin buscar otra cosa que el amor, amar a Dios y a los demás, amar a las personas que nos rodean, intentar finalizar nuestra vida con la de ellos sin esperar nada más que esta capacidad continua de rejuvenecer en la esperanza de un amor mayor. El Señor ha avanzado, a nosotros nos corresponde seguirle.