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por Giovanni Cucci

Aquí hemos llegado a la conclusión de nuestra lectura de Diario de un dolor por Luis. Al comienzo del cuarto capítulo escribe: «Este es el cuarto cuaderno vacío que encuentro en la casa. He decidido que este será el límite de mis anotaciones. No tengo la intención de comprar cuadernos a propósito. Como barrera al colapso total, como válvula de seguridad, esta noticia ha sido de cierta ayuda.

En cuanto al otro extremo que tenía en mente, descubrí que se basaba en un malentendido. Había pensado que podía describir un estado, hacer un mapa de la aflicción. En cambio, descubrí que el duelo no es un estado, sino un proceso. Ella no necesita un mapa sino una historia, y si no dejo de escribir esta historia en algún punto completamente arbitrario, no veo por qué debería dejar de escribirla".

La terminación del trabajo de duelo, como se señaló, es una decisión de la voluntad, que surge de la aceptación del límite y pone fin a la narración: en este caso no tener otros cuadernos disponibles. No es el conocimiento lo que le ayuda a vivir de nuevo, sino una decisión: hay que querer el bien. Por el contrario, te deja impotente. Esto es lo que también ocurre en el contexto terapéutico, donde no es posible involucrar la libertad de decisión del paciente: se ha dicho que el conocimiento no es la causa sino el efecto del proceso de curación. Como señaló E. Bloch a propósito de la culpa, que sólo puede reconocerse cuando uno se distancia de ella. Leerlo de otra manera.

El proceso de duelo le permite a Lewis evaluar lo sucedido de otra manera: el dolor se traduce en una sorpresa inesperada, una alegría desconocida hasta ahora. Califica la alegría que experimentó antes de conocer a Helen como “insípida”, una alegría que no había conocido el dolor de la pérdida y la separación. Ahora puede dejar más espacio a Aquel que estuvo en el origen de cada regalo y que, sin quitarle el misterio de la pérdida, le deja una extraña paz, porque ya no se preocupa de sí mismo: «Estas notas hablan de mí. , sobre Helena y de Dios en ese orden. El orden y las proporciones son exactamente lo contrario de lo que deberían haber sido. Y veo que en ningún momento se me ocurrió dirigirme a uno u otro con ese modo de pensamiento que llamamos alabanza. Sin embargo, para mí hubiera sido lo mejor. La alabanza es el camino del amor que siempre tiene un elemento de alegría. Alabanza en el orden correcto: a Él como dador, a ella como don. ¿Acaso no disfrutamos un poco al alabar lo que alabamos, aunque estemos lejos de ello? Porque éste es uno de los milagros del amor: que da –a ambos, pero quizás sobre todo a la mujer– la capacidad de ver más allá de sus encantos, pero sin que el encanto desaparezca."

El duelo sólo puede tramitarse a partir de una certeza

El diario de un dolor resume de forma conmovedora e ingeniosa el camino del duelo, un camino que Lewis logra recorrer en solitario. Puede ponerlo en práctica gracias a la ayuda de la escritura, de la que este texto ofrece un maravilloso ejemplo de su valor terapéutico y curativo. Pero esta empresa va siempre acompañada de una certeza, revisada, contestada y finalmente redescubierta, que inspira sus páginas: «Lewis ni siquiera habría empezado a escribir sus cuadernos si no hubiera creído desde el primer momento que hacerlo era una forma de rendir homenaje a su difunta esposa, y precisamente mediante elogios, aunque sean inconscientes. El hecho de que comenzara a escribir –y por lo tanto también comenzara a procesar su propio duelo– dice que la pérdida en cuestión era real para él y que le era posible procesarla. Sin embargo, hay personas que no pueden hacer duelo porque para ellos no hay ningún punto de certeza" (E. Perrella).

Lewis tiene una certeza por la que trabajar. Para él, solidarizarse con el dolor de los demás fue el punto de inflexión en el proceso de duelo y le ayuda a afrontar su propia muerte. Es una gran enseñanza, incluso en términos terapéuticos. El ya mencionado Yalom, recorriendo los múltiples y variados acontecimientos vividos, constató cómo la brevedad del tiempo disponible y el ejercicio del poder para el bien, cuando se realiza conscientemente, fortalecen el potencial vital de la persona y, en consecuencia, cambian también la actitud ante la muerte: «Mi La experiencia, tanto profesional como personal, me ha llevado a creer que el miedo a la muerte siempre es más fuerte en quien tiene la sensación de no haber vivido plenamente. Un buen parámetro interpretativo podría ser el siguiente: cuanto más pobre sea la vida, o más desperdiciado su potencial, más fuerte será la ansiedad ante la muerte".

Es el último elemento de la paradoja: la muerte como invitación a vivir en plenitud.

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