En la escuela de Jesús para aprender a amar
En este mes especialmente dedicado al Sagrado Corazón, la hora santa quiere adentrarse en su enseñanza más profunda: la humildad y la mansedumbre. Por eso podemos fijar, como de costumbre, nuestro tiempo de oración, que coincidirá con la tarde-noche del jueves, en memoria de la agonía de Getsemaní. Entramos en oración, en la escuela de San Ignacio, ante todo desprendiéndonos mentalmente de nuestras ocupaciones habituales, y considerando con quién vamos a hablar y qué queremos preguntarle: así, entramos físicamente en nuestra habitación donde quieres orar, o la capilla.
Aquí, de pie, guardamos silencio por unos instantes, ofreciendo a Jesús nuestra oración en reparación por nuestros pecados y los del mundo entero, uniéndonos a su oración en el huerto de los olivos, acogiendo con amor su invitación a velar y orar. Así podemos sentarnos e imaginar que tenemos al mismo Cristo frente a nosotros como un maestro amabilísimo que nos invita a escucharlo a él, y a todos los hombres con nosotros. Podemos imaginar el lugar o ambiente al que Él nos invita, ya sea de pie o sentados, y nosotros junto a Él, casi intentando entrar en una escena del Evangelio, como si estuviéramos allí frente a Él, porque orando en el misterio de Listo, buceamos. Escucharé cómo Cristo Señor me dice de manera particular: «Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis refrigerio para vuestras almas." Escuchamos su palabra y la repetimos, incluso muchas veces, dejando que penetre en lo más profundo de nuestro corazón. Muchas situaciones, muchas personas o hechos nos vendrán a la mente: que la palabra que escuchamos entre en todo esto. En ese punto podemos empezar a preguntarnos: ¿qué me molesta? ¿Qué me cansa? ¿Qué me oprime? Acudamos a Jesús con estas cargas y pongámoslas a sus pies: hablemos de ellas con Él, como habla un amigo con un amigo, ahora pidiendo consejo, ahora pidiendo ayuda, ahora pidiendo perdón. Pensemos en la vida de Jesús: ¿qué nos diría si nos viera en nuestra condición? ¿Qué nos dice su Pasión? ¿Qué nos enseñan sus palabras? Pedimos a la luz del Espíritu Santo que nos recuerde las palabras de Jesús y nos haga sentirlas íntimamente, como respuesta a nuestros problemas. Permanecemos allí, sintiendo y saboreando íntimamente. Escuchemos entonces la palabra que más refleja su Corazón: humildad. El que perdona es humilde, el que renuncia a la venganza, el que responde al mal con el bien, es decir, el que es manso. También podemos repetir largamente la conocida oración "Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo". Lo repetimos durante mucho tiempo, como una especie de letanía, situando siempre estas palabras en la situación concreta que me pesa o me oprime. Permaneceré en esta condición una hora, dejándome guiar por el Espíritu, y me detendré más donde haya sentido íntimo consuelo. Al finalizar dejaré la oración recitando un Padre Nuestro.