UNA BELLEZA INVISIBLE
por Ottavio De Bertolis
Después de haber afirmado que toda la Escritura nos habla del Corazón de Cristo, ya que toda ella nos revela quién es Él, mostrándonos a todos su Corazón a través de sus palabras y de sus gestos, podemos observar que algunas páginas que se nos presentan casi físicamente su Corazón. Tenemos muchas ganas de empezar a seleccionar algunas de ellas, de profundizar en lo que venimos hablando desde hace un tiempo en estas páginas. No podemos evitar empezar por el capítulo. 19 del Evangelio según san Juan, del que se extrae el conocido episodio de la "transfixión": "uno de los soldados le golpeó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 34).
Como es sabido, aquí está injertada toda la espiritualidad del Sagrado Corazón: en la historia de la Iglesia podemos decir que todos los fieles han quedado fuertemente impresionados por él, como innumerables imágenes de este episodio y muchas páginas de la mística de todos los tiempos. testificarnos. Observamos que no se hace ninguna mención al "corazón", en el sentido físico del término: ciertamente se alude a él, pero el texto habla del "costado" de Cristo, y esto ciertamente se refiere a la imagen de Adán, puesto a duerme por Dios en el paraíso terrenal, de cuyo costado nació Eva: así del nuevo Adán, que es Jesucristo, dormido en la muerte que había entrado en el género humano por el primer Adán, nace la Iglesia. Se trata evidentemente de una imagen nupcial: entre Cristo y la Iglesia existe el mismo vínculo que existió entre Adán y Eva, entre un hombre y una mujer. Cristo es marido de la Iglesia porque se entrega por ella, a ella, y le da su cuerpo: la Eucaristía es el cuerpo de Cristo que Él nos da cada día. Veamos, pues, cuántos símbolos se esconden detrás de un solo versículo: la esponsalidad, que significa que el amor de Cristo es el de un marido, y que su Corazón se revela plenamente como corazón de marido, enamorado hasta la muerte, y el 'Eucaristía, el cuerpo partido en la fracción del pan que hace presente en nuestros alters aquel cuerpo traspasado y aquella sangre derramada. Además, el texto dice claramente: "en seguida salió sangre y agua". Más allá de las consideraciones médicas sobre el suero producido durante la Pasión, que debía parecerse al agua que salía antes que la sangre (y de lo que bien atestigua el lino de la Sábana Santa en una de sus imágenes más elocuentes), desde antiguo los santos Padres vieron en estas dos palabras son una clara referencia al Bautismo y a la Eucaristía. De hecho, si la alusión a la sangre eucarística es evidente, también es cierto que quienes han sido bautizados en Cristo han sido bautizados en su muerte, según san Pablo (Rom 6,3). El bautismo es una inmersión en esa agua viva que brota de la Cruz, es como entrar en un sepulcro de agua en el que se ahoga nuestro viejo hombre y del que resurge nuestro hombre nuevo, el hombre revestido de Jesucristo y de sus sentimientos. Desde aquí vemos cómo la espiritualidad del Corazón de Cristo nos lleva no sólo a la escritura, tal como nace de ella, sino también a la Liturgia: de hecho la experiencia cristiana es "total", de tal manera que la oración individual no puede separarse del comunitario, la meditación de la celebración. Pero veremos cuántos otros símbolos se resumen, por así decirlo, en estas breves palabras del evangelista.