En la “Escuela del Sagrado Corazón”
por Ottavio De Bertolis
Hemos visto que esta práctica consiste en meditar o contemplar la Pasión del Señor durante una hora entera y de forma continua, con el deseo de ofrecerle amor y reparación por nuestras infidelidades y traiciones, y en particular las de las almas especialmente consagradas a él. No existe un "sistema" particular: se puede leer y meditar la historia de la Pasión de uno de los evangelios, total o parcialmente, o rezar los misterios dolorosos, o hacer el vía crucis, o incluso quedarse en silencio y derrama tu corazón ante Él.
Cada uno reza lo mejor que puede: propongo, especialmente a los que empiezan, centrarse en la historia de la agonía de Getsemaní, o en un pasaje de la Pasión; después de leerlo y releerlo unas cuantas veces, simplemente pregúntate qué dice el texto y qué me dice el texto, qué me dice a mí, a mi vida; dejémonos tocar por la Palabra, y finalmente, cuando llegue espontáneamente, digamos algo al Señor que viene a nuestro encuentro. O intentemos imaginar la escena que leemos, entremos en ella, imaginémonos allí, y conversemos con las personas allí presentes, según lo inspirados que estemos, de forma espontánea y libre. En cuanto a la posición del cuerpo, que sea la que más nos ayude, incluso variándola: de pie o de rodillas, sentado o postrados, según nos sintamos más útiles. Y permanezcamos en esta oración hasta que hayamos sacado fruto de ella. Está claro entonces que una oración similar es siempre muy bienvenida a Jesús, sin precisar días ni horas: pero también es cierto que la noche del jueves es precisamente el recuerdo exacto de aquella noche de jueves, de esa hora en la que se manifestó el poder de las tinieblas. Además, velar tiene un significado importante: se vela de noche, y la noche no es sólo la oscuridad exterior, sino también la oscuridad interior. Aprendamos a iluminar con la oración la noche, nuestra noche personal, la del mundo y quizás también la noche de la Iglesia. Además, es a medianoche cuando llega el novio, y corremos a su encuentro (cf. Mt 25): el corazón de Cristo, sobre el que apoya la cabeza del discípulo amado, es el corazón o pecho del novio, sobre el que a la novia le dice, en la intimidad del amor: «Ponme como sello en tu corazón, como sello en tu brazo; porque el amor es tan fuerte como la muerte" (Cnt 6, 8). Naturalmente, no es necesario permanecer en la Iglesia para hacer todo esto, aunque es cierto que rezar antes del Sacramento es rezar de otra manera: pero no se trata necesariamente de salir de casa, y tal vez sea precisamente la oportunidad. entrar en el silencio de la propia habitación y orar en secreto. En esta hora cada uno de nosotros, y especialmente los sacerdotes, encontraremos una fuente inagotable de gracia, de consuelo y consuelo personal, de intercesión unos por otros, de fecundidad apostólica en nuestro propio ministerio. Es una verdadera "escuela del Sagrado Corazón", porque en definitiva esta espiritualidad no se enseña ni se aprende en los libros, sino que es el mismo Jesús quien la revela a cada uno según su propia gracia. En mi opinión, es la mejor manera de conocer el verdadero conocimiento, no libresco sino vivido, no "de oídas" sino "habiendo visto y tocado", el corazón mismo de Jesús, que se muestra a quien lo busca.