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En todo Afganistán sólo hay una pequeña realidad católica. Está animado por la comunidad de monjas de PBK (Pro Bambini di Kabul) con las monjas de la Madre Teresa y con una pequeña presencia de cristianos: extranjeros que trabajan para organizaciones internacionales, que frecuentan la única iglesia en Afganistán, dentro de la Embajada de Italia. ; El padre Giovanni, barnabita, superior eclesiástico de la Missio sui juris Afghaniensis y los soldados católicos de la base de la OTAN en Kabul (2000 soldados procedentes de 27 naciones, de los cuales 80 italianos). De esto habla el texto “Una Navidad en Kabul” del hermano Carlo Fondrini. 

En 2007 me invitaron a ir a Kabul, Afganistán, para visitar una escuela para niños con retrasos en el desarrollo, que había sido inaugurada en mayo del año anterior por la Asociación PBK (Pro Bambini di Kabul). También contaba con el apoyo de la Ópera Don Guanella, pero en realidad estaba gestionada por monjas de diferentes Congregaciones y nacionalidades. En enero de este año regresé a Nazaret al finalizar mi decimoctava misión en ese país. Hace siete años Don Wladimiro Bogoni, Presidente de la Asociación, me confió la gestión del proyecto y me nombró Representante Legal. Estos últimos años he elegido pasar allí la Navidad con la comunidad de monjas de PBK (una de Mozambique de las Misioneras de la Consolata, una de la India de las Hermanas de María Bambina, mientras que una guanelliana ha regresado recientemente a la India), con las monjas de Madre Teresa y con la pequeña comunidad de cristianos: extranjeros que trabajan para organizaciones internacionales, que frecuentan la única iglesia en Afganistán, dentro de la Embajada de Italia; El padre Giovanni, barnabita, superior eclesiástico de la Missio sui juris Afghaniensis y los soldados católicos de la base de la OTAN en Kabul (2000 soldados procedentes de 27 naciones, de los cuales 80 italianos). Dejar Tierra Santa para ir a Kabul en Navidad se ha convertido para mí en un importante y apreciado gesto de cercanía a los pocos cristianos, religiosos y laicos que se encuentran solos y perdidos en un país tan difícil en esos días festivos. Pero el objetivo principal de mi misión es ir dos veces al año a visitar la escuela y presentar la contabilidad a los Ministerios. El año escolar termina a finales de diciembre porque las escuelas no tienen calefacción y el invierno en Kabul es muy frío. A nuestra escuela asisten cuarenta alumnos de edades comprendidas entre seis y diez años, con retrasos en el desarrollo. El principal compromiso es desarrollar su autonomía: intelectual, motor-sensorial, relacional y comunicativa y social a través de una formación básica. El objetivo final tiende a preparar al mayor número de nuestros estudiantes para la inclusión e integración en la escuela normal, lo antes posible. Las fotos muestran algunos momentos de vida y de compartir durante la visita.