El tiempo pascual que como creyentes vivimos este mes es un recordatorio del destino final de la resurrección de nuestro cuerpo, cuando Cristo "entregará todo al Padre" (1 Cor 15).
Para comprender lo que sucede dentro de nosotros, sugirió el Papa Francisco, existe "una práctica antigua pero buena de la Iglesia que es el examen de conciencia; Por la noche, antes de terminar el día, tomándonos un momento a solas, debemos hacernos la pregunta "¿qué pasó hoy en mi corazón? ¿Qué pasó? ¿Qué cosas pasaron por mi corazón? Si no lo hacemos, realmente no sabremos cómo monitorear bien o salvaguardar el bien".
“La Cuaresma es un camino de conversión que tiene como centro el corazón”, recordó el Papa Francisco, “y debemos custodiar el corazón, para que no se convierta en una plaza donde todos van y vienen excepto el Señor”.
Y añade que cada tarde el cristiano debe recordar el día que acaba de pasar para comprobar si prevalecieron la vanidad y el orgullo o si logró imitar a Jesús. La lucha que Jesús lideró contra el mal es siempre actual, porque se encuentra cada día en nuestra vida. corazón: el examen de conciencia acompaña al cristiano en esta lucha, ayudándole a dejar espacio al Espíritu Santo.
Jesús nos dice que vino a echar fuego sobre la tierra, es decir, el Espíritu Santo que provoca la guerra en el corazón, la lucha interna.
Nos llama así a cambiar de vida, a cambiar de camino, nos invita a la conversión. Éste es el fuego del que habla, un fuego que no nos deja solos, que siempre nos estimula a dar un salto cualitativo en las cosas espirituales.
Un cambio también en la forma de actuar. San Pablo en la Carta a los Romanos es explícito: “Así como habéis puesto vuestros miembros al servicio del pecado, ahora ponedlos al servicio del Señor”.
es el Espíritu Santo quien realiza nuestra conversión. Pero cada uno debe hacer lo mejor que pueda para poder actuar: y ésta es precisamente la lucha de la que habla Jesús.
No hay cristianos tranquilos que no luchen: los que no lo hacen son "tibios" y el Señor en el libro del Apocalipsis ha dicho lo que hará con ellos: los rechazará.
¿Cómo ayudamos al Espíritu Santo? Haciendole lugar en nuestros corazones. De aquí surge la utilidad del examen de conciencia.
Al final de cada día hay que preguntarse: ¿qué pasó hoy en mi corazón? ¿Qué escuché? ¿Qué pensé? ¿Qué he hecho? Mis sentimientos hacia los demás, familiares, amigos, enemigos: ¿qué sentí? ¿Este sentimiento es cristiano o no cristiano? ¿De qué hablé, cómo estuvo mi idioma hoy? ¿Habló bien o habló mal de los demás?
El examen de conciencia es una práctica que nos ayuda a luchar contra las enfermedades del espíritu, esas que siembra el enemigo y que nos vuelven apáticos en las cosas del alma.
La conversión no es una decisión que se toma de vez en cuando, sino que es preguntarse cada día cómo pasé del pecado a la gracia: ¿He dejado espacio para que el Espíritu Santo actúe en mí?
Para la conversión se necesitan dos cosas: generosidad, que siempre nace del amor, y fidelidad a la Palabra de Dios.