¿Siempre es correcto pagar impuestos?
Mucha gente olvida que la historia es la "maestra de la vida", como decía Cicerón, y por eso periódicamente nos encontramos con que lidiar con los mismos errores ya cometidos y con las consecuencias que pagar. En estos días en que en Italia se debate la antigua cuestión de la lucha contra la evasión fiscal, sería bueno recordar la experiencia de posguerra en este sector. La evasión había aumentado y todos se justificaban. Pero luego el Estado revirtió la marcha, porque al disminuir los impuestos y ser más llevaderos, los ciudadanos se sintieron alentados a utilizar las rentas que antes habían mantenido ocultas, y así se afianzó la mentalidad del valor ético del sistema tributario. De 1949 a 1956 los ingresos fiscales aumentaron un 58%, mientras que el gasto público aumentó un 48%.
Nosotros, las criaturas humanas, somos por naturaleza seres sociales y sólo podemos realizarnos a través de las relaciones entre nosotros. La tarea del Estado es garantizar las condiciones de libertad, combatiendo las injusticias y promoviendo la armonía entre los individuos, para que cada ciudadano pueda alcanzar su propio objetivo. El pago de impuestos no es expresión del sometimiento de los habitantes de un país al Estado sino que, más bien, les proporciona los recursos necesarios para perseguir sus fines institucionales en favor de los miembros individuales de la sociedad y principalmente defender el derecho, de lo contrario La libertad estaría sometida a la ley del más fuerte.
Sin duda, el primer deber moral le corresponde a él, al Estado, ya que debe demostrar, con sus acciones, que se comporta con honestidad, especialmente en el ámbito fiscal. Santo Tomás de Aquino, como gran teólogo, advirtió que los gobernantes con impuestos pueden pecar tanto "si no buscan el beneficio del pueblo, sino sólo saquearlo", como si imponen impuestos "por encima de la capacidad del pueblo para pagar". » (Comentario a la Carta a los Romanos).
La Iglesia, en su doctrina social, especifica que todo ciudadano debe asumir parte de los gastos públicos como un "deber de solidaridad" y el Estado, como responsable de proteger y promover el bien común de los ciudadanos, tiene la obligación de repartir entre ellos únicamente las cargas. que sean necesarios y proporcionados a sus recursos (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 355); y el Catecismo de la Iglesia Católica precisa que «la sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad por el bien común conllevan la exigencia moral del pago de impuestos» (n. 2240).
Don Guanella, en su opereta Il Montanaro, escrita en 1885, resume en un lema la convicción de sus conciudadanos: «Es mejor pagar impuestos al gobierno que impuestos al juego, a la lotería, a la taberna» (III ,995).
En tiempos de juego como los nuestros, ¡quién sabe si esta máxima sigue siendo válida hoy!