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por Mario Carrera

Al canonizar a una persona santa, la Iglesia ilumina en su firmamento algunos caminos principales, caminos garantizados para alcanzar un grado de santidad.

La liturgia, celebrada con fe y no sólo por devoción o costumbre, muerde la vida y la ilumina con los colores del arco iris y nos envuelve en un abrazo afectuoso que hace palpitar en el corazón de los creyentes los valores esenciales de la vida humana. . Un iris teñido por la nostalgia de una felicidad soñada y esperada se injerta como un embrión el día del bautismo.

Esta nostalgia florece, con fuerza, con motivo de la conmemoración de los difuntos que nos precedieron en el signo de la fe en un amanecer de luz que nunca se pondrá.

La liturgia es realista, nunca es incorpórea, pero es concreta, sigue el camino de la vida y «la encuadra en las tres dimensiones que incluso los niños comprenden: el pasado, el futuro, el presente».

El 2 de noviembre hace unos años, el Papa Francisco, celebrando una misa en un cementerio de Roma, dijo: «Hoy es un día de memoria del pasado, un día para recordar a quienes caminaron antes que nosotros, que también nos acompañaron, nos dieron vida. Recuerda recuerda. La memoria es lo que hace fuerte a un pueblo, porque se siente arraigado en un camino, arraigado en una historia, arraigado en un pueblo. La memoria nos hace comprender que no estamos solos, somos un pueblo: un pueblo que tiene historia, que tiene un pasado, que tiene vida. Memoria de muchos que compartieron camino con nosotros y están enterrados aquí. No es fácil de recordar. A nosotros, muchas veces, nos cuesta recordar lo que pasó en mi vida, en mi familia, en mi gente... Pero hoy es un día de la memoria, la memoria que nos lleva a las raíces: a mis raíces, a las raíces. de mi pueblo."

Cada día que Dios nos regala es un día de esperanza.  Al abrir los ojos, sobre nosotros brilla "un cielo nuevo, una tierra nueva y la ciudad santa de Jerusalén, nueva". Es hermosa la imagen que utiliza el Papa para hacernos comprender lo que nos espera: "La vi descender del cielo, descender de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido". De hecho, en la frontera de la eternidad nos espera la belleza.  Memoria y esperanza, esperanza de encontrarnos, esperanza de llegar donde está el Amor que nos creó, donde está el Amor que nos espera: es el del Padre que siempre nos ha amado.

«Y, entre la memoria y la esperanza, está la tercera dimensión – recordó el Papa –, está el camino que debemos recorrer y que debemos recorrer. [...] ¿Y cómo seguir el camino sin cometer errores? ¿Cuáles son las luces que me ayudarán a evitar cometer un error? ¿Cuál es el “navegante” que Dios mismo nos ha dado para no equivocarnos de camino? Son las Bienaventuranzas que Jesús nos enseñó en el Evangelio. Estas bienaventuranzas –mansedumbre, pobreza de espíritu, justicia, misericordia, pureza de corazón– son las luces que nos acompañan para no equivocarnos: este es nuestro presente”.

Al visitar el cementerio de nuestros pueblos siempre recordamos las tres dimensiones de la vida: la memoria, la podemos ver indicada en los nombres y fotografías de las tumbas. Idealmente celebramos la esperanza en la fe, en la galería de recuerdos fotografiados en el alma. Por último, hay luces, llamas vivas y pequeños faros brillantes que nos guían en el camino para no equivocarnos.

Esa extensión de llamas es un coro de voces que cantan la melodía de las bienaventuranzas evangélicas.  Esas llamitas expresan corazones, labios y brazos trabajadores que han cantado y cantan la armonía evangélica de las bienaventuranzas. "Hoy pedimos al Señor que nos dé la gracia de no perder nunca la memoria, de no enterrar nunca la memoria: la memoria de una persona, la memoria de una familia, la memoria del pueblo". Siempre debemos rogar al Espíritu Santo que nos dé cada día un suplemento de esperanza, porque esta virtud es un don divino para poder mirar al horizonte y no permanecer cerrados ante el muro de la nada y la desesperación.

En esta peregrinación al cementerio, "dormitorio temporal de una esperanza indomable de existencia", nuestros ojos esperan siempre poder ver "nuevos cielos y nuevas tierras" donde la justicia y el bienestar armonioso serán aliento de vida.

 

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