Qué hermosa alegría poder saludarnos nuevamente esta tarde, idealmente estrecharnos la mano, mirarnos a los ojos y transmitirnos una mirada de simpatía e, idealmente, hacer juntos un pequeño camino, conversar, rezar, meditar, contemplar.
El nuestro es un encuentro de oración, de reflexión, una conversación entre amigos como decía hace unos días el Papa Francisco sobre la mujer samaritana, que deja el cántaro junto al pozo, se libera de las preocupaciones y corre a anunciar la alegría de haber encontrado en Jesús el punto fijo de nuestra vida.
Me gustaría recordar lo que decía un rabino sobre la caridad: «Si quieres sacar a un hombre del barro y del cieno, no creas que podrás quedarte encima, contentándote con tenderle la mano. Tú también debes descender a su limo y barro y agarrarlo con manos fuertes y traerlo de vuelta a ti en la luz". Jesús descendió del esplendor del cielo y se abajó hacia nosotros.
Hay un versículo del libro de Eclesiástico que a menudo vuelve a mis oídos porque me muestra un punto fijo al que referirme en mi misión: "Me acordaré de las obras del Señor y contaré lo que he visto". Con motivo de la Pascua, resucita un recuerdo grabado en mi alma y que sostiene el camino de mi fe. Dentro de la tumba de Jerusalén mis ojos imprimieron una extraordinaria actitud de fe. Debo comenzar diciendo que entre los grandes regalos que Dios me ha concedido hay una serie de experiencias que me han hecho descubrir la "tierra santa" como una biblia escrita con luz sobre esa tierra bendita.
San José es nuestro maestro no tanto por las palabras que no pronunció, sino por la escucha que sabe dar a nuestras palabras y a nuestras peticiones.
Su silencio, lo hemos dicho muchas veces, no es mutismo, sino que es un silencio iluminado por radiaciones multifacéticas que reflejan colores luminosos, casi indicaciones de caminos a seguir para caminar por el camino recto de la santidad, de la plenitud de la bienaventuranza evangélica. .
El viaje del Éxodo del pueblo judío desde la esclavitud de Egipto hacia la tierra prometida también lo completó la Sagrada Familia.
Al inicio de esta cita, un cordial saludo a todos: a los oyentes, a quienes nos escuchan en casa o en la calle volviendo del trabajo, a quienes preparan la cena, pero, en particular, a quienes están afligidos. por las muchas adversidades, adversidades que parten de la mala salud, de los malestares internos de la depresión, de los problemas económicos, del desempleo y también de un horizonte oscuro que genera intolerancia hacia la vida misma.
Por tanto, un saludo especialmente cordial a quienes están enojados con la existencia misma, a quienes aún no han encontrado una razón fuerte y válida para vivir. Un abrazo ideal a quienes se sienten inútiles, solos, a quienes no tienen amigos.