En la historia de cada alma "hay muchos pasajes escondidos y corredores sinuosos", pero también cumbres inexploradas que ofrecen la euforia y la dulce nostalgia de un pasado alegre para hacer regresar y redescubrir las huellas borradas por el viento y la arena. Hay muchas circunstancias embriagadoras capaces de desviarnos de un camino considerado satisfactorio y seguro. A veces, circunstancias tormentosas, citas perdidas, cansancio paralizante, han hecho perder el esplendor de ideales, aunque cultivados con tanta pasión. En Luoghi dell'Infinito, revista mensual de Arte y Cultura, publicada como anexo del periódico Avvenire, Oreste Forno, alpinista y periodista, relató su experiencia de redescubrir la fe gracias al encuentro con la belleza natural de los Alpes, especialmente con la mirada hechizada por las cumbres lombardas, que fueron el telón de fondo de la vida de don Guanella.
La fe no sólo inspira la imaginación del artista, sino que trabaja y da forma a su propia vida. Esta consideración es evidente en las obras artísticas de Miguel Ángel y, en particular, en las tres "Pietàs" que esculpió. A los veinticuatro años esculpió la "Piedad", la más conocida, la "Piedad" por excelencia que admiramos en la Basílica de San Pedro de Roma. Es un canto al amor de una joven madre que pierde a un hijo de forma dramática. Un canto a la fe y la resignación. Con el paso de los años, el drama de la muerte golpea la vena artística del artista florentino y la muerte toma su rostro en la "Piedad". Las esculturas de las tres "Pietàs" tienen un itinerario casi privado en la vida del artista. A los veinticuatro años esculpió una belleza suntuosa, incluso en el drama de la muerte del Hijo de Dios. Las dos últimas "pietas", la del Museo de la Catedral de Florencia y la del Castillo Sforzesco de Milán, son las. espejo de su estado mental de cara a la muerte. “Lo inacabado”, en Florencia, en la fisonomía de Nicodemo sosteniendo a Cristo, nos regala su autorretrato, su rostro. La “Pietà” de Milán, habitualmente denominada “Pietà Rondanini”, es la última obra de Miguel Ángel. El Maestro le dedicó sus últimos pensamientos e incluso las últimas horas de su vida.
El Papa Francisco tiene una gran devoción por San José. Fuera de su habitación en la Casa Santa Marta hay una estatua de la santa a cuyos pies el Papa deja papeles con peticiones de gracias escritas por él mismo. Cuando los mensajes se vuelven demasiados, la estatua se levanta un poco. La devoción a San José acompaña al Papa desde joven. La parroquia de Flores en Buenos Aires, el barrio donde nació y creció Jorge Mario Bergoglio, está dedicada a San José.