Porque ésta es la actitud común de los Reyes Magos y de los pastores en su visita a la cueva de Belén: estaban llenos de alegría. Esto es lo que dice de los Reyes Magos el Evangelio: «Cuando vieron la estrella sintieron gran alegría», mientras los pastores de Belén «volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido contado».
En estas líneas no nos referimos a de los regalos, goce o aflicción (según quién gasta o quién gana) que acompaña cada año al consumismo navideño. Estamos hablando de una costumbre cristiana, generosa y sobria, que no choca con el recuerdo del nacimiento de nuestro Salvador.
En primer lugar hay que decir que somos nosotros quienes recibimos un verdadero y maravilloso regalo de Navidad: es el mismo Jesús. El Padre, que "no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo junto con él?". ¡Basta de esto y sigue adelante!
Si también damos regalos, que sean sobre todo ricos en la alegría de dar, más aún que en su valor, según el consejo de San Pablo: «Cada uno dé según lo que ha decidido en su corazón, no con tristeza o por la fuerza, porque Dios ama a quien da con alegría."
Damos regalos a los niños porque, en su sencillez, conectan fácilmente el regalo con el mensaje. Digámosles que es el Niño Jesús, a través de nosotros, quien les trae un regalo y evitemos los excesos que corrompen la sana alegría de quien sabe estar satisfecho.
Damos limosna a los pobres porque ellos nos acogerán "en los hogares eternos", como nos dice el Evangelio.
No olvidemos regalar oraciones, un tesoro escondido pero precioso. Sería lindo que acompañáramos nuestros regalos diciendo: "Yo también oré por ti".
Concluyo con una recomendación final y parto de la impresión positiva que tuve al hacer la contabilidad mensual de las Santas Misas que recibe la Pía Unión para distribuirlas a los misioneros; así como en el mes de marzo las ofertas alcanzan su punto máximo coincidiendo con la Navidad. Pensé que en Navidad muchos de nuestros Asociados dan un regalo a sus seres queridos fallecidos ofreciendo una Santa Misa. ¡Demos este regalo de la oración a nuestros difuntos!